De polarización y odio a desacuerdos inteligentes

José Manuel Restrepo
22 de octubre de 2017 - 02:00 a. m.

Hace carrera en el país la preocupación sobre la palabra polarizar. La Real Academia de la Lengua identifica cinco acepciones de dicha palabra y sólo una de ellas podría tener relación con la interpretación que pudiese generarse en Colombia: “Orientar en dos direcciones contrapuestas”. Otra definición habla de que polarizar es “hacer que se opongan dos o más tendencias o posturas”. Como quiera que se le introduzca, significaría entonces que existe un temor a que con alguna intención se busque exacerbar la oposición entre dos maneras distintas de entender una realidad. Así las cosas, la informal interpretación que muchos hemos usado es que estamos inconvenientemente alejando dos maneras distintas de percibir una realidad social, política, cultural o económica, entre otros.

Dicho lo anterior, puede ser aún peor creer que la salida a dicha “polarización” sea homogeneizar nuestra forma de pensar y nuestra aproximación a los problemas que vivimos como sociedad. Nada más aterrador que por evitar la polarización terminemos en un “pensamiento único” que ni construye democracia ni puede posiblemente dar respuesta a muchos problemas que enfrentamos. Mucho menos que ahora la única interpretación de la realidad responda a la posición de un gobierno u oposición de turno, sea cual sea su aproximación.

Quizás el primer paso que necesitamos dar como sociedad es el que recientemente propuso Bret Stephens en una conferencia académica en Australia y que fue publicado por The New York Times bajo el sugestivo título “The Dying Art of Disagreement”. El autor plantea que en la sociedad actual es cada vez más frecuente el desacuerdo en todo, así como el uso de juicios morales para descalificar al contradictor. De hecho, comenta el autor, esto acrecienta la polarización política en muchas naciones y convierte las diferencias en problemas personales. El punto es que los avances en la sociedad, en la educación y en la ciencia provienen de los desacuerdos, de las diferencias, de la diversidad. Sin embargo, la forma como es provechosa esta diferencia es cuando justamente el desacuerdo es inteligente. Un desacuerdo inteligente significa plena comprensión y entendimiento de la posición de la contraparte, para desde las debilidades de argumentación de la otra orilla, encontrar eventuales puntos en común acudiendo a la racionalidad de la diferencia, o por lo menos permite entender lo que lleva al otro a pensar de forma distinta.

De nada sirve convertir nuestros desacuerdos en diferencias personales que llevan a la descalificación grosera de la contraparte y con ello recrudecen la violencia y la temida polarización.

El problema no es entonces que exista polarización o diferencia, sino que no hemos sido capaces de construir un desacuerdo inteligente, y la consecuencia de no hacerlo es que estamos construyendo odios. Odios que se construyen de tres formas, como propone Carolin Emcke en su ensayo “Contra el odio”: La primera, cuando creemos estar seguros de lo que pensamos sin el soporte suficiente, sin el análisis, sin evaluar matices. Segundo, cuando metemos en un mismo saco las particularidades del caso (allí se vuelve fácil odiar porque todo entra en una misma bolsa, todo se etiqueta de forma general). Tercero, se odia fácil hacia arriba o hacia abajo, no hacia los lados, se odia entonces al que se considera diferente, alejado o distante, no al que está hombro a hombro conmigo, porque no he sido capaz de reconocer en el diferente sus dignidades y derechos.

El problema de la Colombia de hoy es que la polarización se fundamenta en las tres características del odio. En la política, por ejemplo, tanto en unos y en otros, encuentra uno el uso de etiquetas generales, falsas certezas de lado y lado y desconocimiento de la contraparte como persona con derechos y dignidad. Llegó el momento de no acabar con las distintas maneras de pensar, por el contrario, animemos la diferencia y más bien aprendamos a construir en el debate de las ideas por lejanas que parezcan y tratemos de construir políticas de Estado y no de gobierno, y una sociedad que sea capaz de lograr unidad en medio de la diversidad. Parece difícil, pero es necesario.

* jrestrep@gmail.com; @jrestrp

 

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