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De Uribe a Uribe: Colombia sin salida

Cecilia Orozco Tascón
19 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

Hace 18 años, Álvaro Uribe Vélez llegó por primera vez a la Casa de Nariño. Para esa época, el país del común no lo conocía. Su estilo campechano, aparentemente sencillo y adobado con un discurso populista, conquistó a miles de personas a quienes encantó, también, su decisión de convertirse en “el primer soldado de la nación”. Engañoso con la selección de los nombres, calificó de “seguridad democrática” la estrategia militar con la que conseguiría, a sangre, fuego y muerte del enemigo, la derrota del “terrorismo”, el gran saco en que metió a las guerrillas pero también a sus opositores del Congreso, jueces que profirieran fallos que no le satisfacían, magistrados de la Corte Suprema que investigaran a su familiar Mario Uribe y a sus aliados, organizaciones ciudadanas, defensores de derechos humanos, estudiantes de universidades públicas, periodistas que no comieran en su mano, etc. Ese Uribe enamoraba a las multitudes, las atemorizaba y triunfaba con ellas. El de hoy, protagonista de su plan político-mediático de defensa, luce disminuido e inseguro, y no precisamente por su desaliño físico, estudiado para inocular en los colombianos su imagen de víctima de las prácticas “mafiosas” de la Corte Suprema que lo “secuestró” y lo “condenó” con 5 votos de 5, de unos magistrados que, después de que estaban divididos 2-2 con un indeciso, como lo “adivinó” una de sus columnistas, ¡se dejaron manipular por Juan Manuel Santos para cambiar su decisión y tomarla por unanimidad!

Hasta sus historietas suenan desgastadas, inverosímiles e insultantes con la inteligencia de los espectadores. No sé en qué cabeza cabe que cualquiera, por influyente y poderoso que sea, pueda ser declarado inocente de las conductas delictivas que se le endilgan, a punta de labia y sin controvertir, con hechos, las pruebas en su contra. Pero en ello anda empeñado Uribe; también su partido, su bancada, sus periódicos, sus cadenas de radio y televisión y sus líderes de opinión que, en exacta coincidencia, repiten todos a uno idénticos argumentos en contra de la Corte y a favor del imputado. No obstante, el senador sabe, en la hondura de sus cavilaciones, que el derecho penal no permite declararlo inocente por las opiniones de sus amigos. Por tanto, y a no ser que el uribismo en el Gobierno dé el paso de interrumpir, abruptamente, el Estado de derecho —cosa que no hay que descartar—, se procederá a violar la Constitución en dos sentidos: por un lado, se impulsará una constituyente o una reforma para ajustar la Justicia a los requerimientos personales del procesado, esto es, clausurando la Corte que lo juzga y creando otra a su medida chavista; y, del otro, se apoderará de los cargos que vayan quedando vacantes y que tengan poder judicial.

Al expresidente, aun con todas sus habilidades comunicativas, se le zafó una revelación especialmente llamativa en una de sus largas entrevistas del pasado fin de semana. Refiriéndose a uno de los muchos chismes (me contaron, alguien oyó, fulano le dijo a sutano, me enteré) en que basa los ataques a los jueces de su causa, señaló que “la actual ministra de Justicia tiene unos testimonios muy importantes”. ¿Sobre qué? Sobre lo que el exmagistrado José Luis Barceló —en cuyo despacho se conoció la primera parte del proceso que hoy enfrenta el senador— les habría dicho a unas personas. La ministra declarada por Uribe como testigo a su favor es Margarita Cabello, la protegida de las casas Char, Name y Gerlein del Atlántico y candidata del presidente Duque, el subalterno de Uribe, a ser la próxima procuradora general. Esto explica que Arturo Char, presidente del Senado, muestre tanto afán en citar a la plenaria para votar, con cinco meses de anticipación, por el reemplazo de Fernando Carrillo quien estorba porque no es de las propias tropas del imputado. Explica, además, que salvo dos parlamentarios, los congresistas de la U que tienen apuros disciplinarios por las investigaciones pendientes de fallo en la Procuraduría hicieran una reunión espuria el sábado pasado para adherir a Cabello y, con esta, a Char, Duque y Uribe. El senador Pulgar, el mismo que intentó sobornar a un juez según reveló Daniel Coronell, votó por ella. También Benedetti, Name, Gnecco, García Zuccardi, Besaile, Martínez y hasta el sobrino de Mario Uribe (otra vez) Juan Felipe Lemos, todo un cartel de apellidos y de algo más. Cambio Radical, díganme si no, se ha unido al combo. Colombia sin salida.

* Esta columna fue escrita antes de la renuncia del senador Álvaro Uribe a su curul en el Congreso de la República.

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