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Debate impostergable acerca de nosotros

Luis Carvajal Basto
06 de julio de 2020 - 05:00 a. m.

El editorial de El Espectador el pasado jueves (ver aquí) puso sobre la mesa una discusión que Colombia no puede aplazar, acerca de las transformaciones y el impacto que han tenido digitalización y virtualidad en la política, asunto sobre el que hemos insistido en esta columna desde hace varios años (ver aquí).

¿Por qué es tan importante? Sencillamente porque todo en política cambió, pero las normas siguen siendo las mismas o ninguna, aunque la ciudadanía no lo perciba de manera consciente. Entre tanto se genera un periodo de anarquía en el cual los más avispados obtienen beneficios y juegan con ventaja, alterando los principios de igualdad y transparencia, las más de las veces impunemente, al deteriorar las funciones del Estado y el sistema político, patrimonio de todos.

¿Y cómo es el asunto? La utilización no reglada de una mixtura de datos, información agregada e individual de usuarios y algoritmos, la combinación entre el conocimiento preciso de emociones, sentimientos, creencias y actitudes íntimas de los ciudadanos a partir de información sobre nuestra actividad en las redes ha hecho posible comprender al detalle nuestras preferencias comerciales, convirtiéndonos en diana perfecta para los expertos en mercadeo, pero también las políticas, haciéndonos fácilmente influenciables y modelables en beneficio del “mejor postor”. Ejemplos notables de su utilización han sido las pasadas elecciones presidenciales en los Estados Unidos —Cambridge Analytica, injerencia rusa— y el brexit. Muchos electores, sin notarlo, terminan votando por ideas e intereses completamente opuestos a su real voluntad.

Ahora conocemos más sobre manipulación de información en redes, a tal punto que Twitter prohibió la publicidad política mientras Facebook está en mora de hacerlo, sin que actitudes necesarias, pero no suficientes, como esa solucionen el problema. En realidad, poco pueden hacer leyes o medidas nacionales frente al carácter global de algunas grandes compañías al intentar limitar su influencia, por ejemplo, en las campañas políticas.

Existen otras manifestaciones subyacentes en el mismo problema: el paso de la manipulación de los datos a la vigilancia extralegal y el control de la ciudadanía se observa también por parte de algunos gobiernos, ubicando la controversia en el terreno de la libertad de información y el derecho a expresarse políticamente, como ocurre en Rusia o en China, donde no se puede acceder libremente. ¿Será diferente el efecto en nuestras libertades por parte de la manipulación y vigilancia estatal o la privada?

El establecimiento de reglas para actualizarnos y ponernos a tono con la revolución tecnológica no es exclusivamente un problema de las autoridades o entidades de gobierno, que en principio no pueden tomar medidas unilaterales restringiendo la libertad de informarnos y ejercer nuestros derechos. Es necesario un consenso entre todos los actores sociales y políticos, tomando como referente el mayor criterio posible de inclusión. Ese consenso debe ser liderado por la academia, las organizaciones gremiales, los medios y la dirigencia política de todos los colores en un amplio debate nacional. Debe incluir temas como el tratamiento de noticias falsas, utilización de robots, encuestas de opinión e igualdad digital.

La envergadura del asunto trasciende en mucho la legislación sobre encuestas que ha sido, en reiteradas ocasiones, motivo de controversia, pero un buen ejemplo de lo que podemos hacer fue el foro nacional de encuestas de carácter electoral que a este columnista le correspondió convocar y dirigir en su momento con la Universidad de los Andes, Asomedios, gremios, sectores ciudadanos y la organización electoral, en el cual todos pudieron manifestarse tratando de buscar y encontrar respuestas. La importancia del llamado de El Espectador coincide con su sentido de oportunidad: no es viable desarrollar un debate de tal naturaleza en la proximidad de cualquier tipo de elección. El actual, por el contrario, es un momento óptimo para acometer una tarea tan importante como impostergable.

@herejesyluis

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