Debemos anticiparnos a la ley de insolvencia

Felipe Jánica
03 de junio de 2019 - 05:00 a. m.

Al 30 de abril de 2019, 2.641 personas (naturales y jurídicas) están inscritas, ante la Superintendencia de Sociedades, en el procedimiento de insolvencia provisto por la ley 1116. El número es alarmante, pero más alarmante lo es cuando se comienza a investigar las causas de la insolvencia misma. Las razones, más que las verdaderas causas de la insolvencia son variopintas. Desde problemas de liquidez derivados de malas decisiones administrativas y financieras, hasta componentes exógenos de la economía misma. 

Compañías con tamaños micro, pequeñas, medianas, grandes y hasta no determinadas están en el listado de las 2.641 de la Superintendencia. Los sectores o industrias a los que pertenecen también son variados. Se resaltan sectores como el agropecuario, servicios, comercio, manufacturero, minero y construcción. En este listado, hay compañías a las que no se le identifica sector alguno al que pertenece. La primera conclusión a la que puedo llegar con este análisis es que la Superintendencia de Sociedades hace una tarea titánica al seguir los procedimientos derivados de la ley 1116. En esto se puede resaltar el seguimiento y administración, caso por caso, a cada compañía. La pregunta a renglón seguido es si esta Entidad cuenta con los recursos necesarios para hacer una supervisión profunda y el acompañamiento respectivo a las compañías para salir de este doloroso proceso. Mi inferencia es que hay mucho camino por recorrer, pues el asunto de recursos se deriva de la asignación de un presupuesto más robusto para contratar tecnología de punta y personal con las suficientes habilidades profesionales que lideren tanto la tecnología como el proceso mismo.

Desde el lado de las compañías, por el número elevado de compañías que entran en el proceso de insolvencia, pareciera sencillo declararse en insolvencia. En efecto lo es. Así pues, la inferencia que se deriva de ello es que podría haber muchas compañías que utilizan este procedimiento, no para salvarse de la quiebra, sino para dilatarlo. En el entretanto, son muchos otros colaterales que se activan. Uno de ellos es el sufrimiento que padecen los proveedores o acreedores de las compañías que entran en el proceso de insolvencia. Pareciera un juego de gatos y ratones. Por un lado, las compañías que realmente tratan de salvar una inminente quiebra y otras que usan para su propio beneficio o maleficio este procedimiento para dilatar la honra de sus obligaciones.

En medio de todo esto, uno de los principales afectados es el Estado, pues en la medida que aumente la cifra de compañías declaradas en insolvencia, mayor la posibilidad de no recibir impuestos directos e indirectos, siendo estos últimos los más rentables y dinámicos para la golpeada tesorería del Estado. Así las cosas, algo en la ecuación no está funcionando. La respuesta puede ser la de siempre. O dar excusas o culpar a alguien. De las excusas se puede mencionar muchas de las supuestas causas de las insolvencias de las compañías: malas decisiones, problemas de liquidez, aumento de competidores, ambientes no regulados, etc. De los culpables por un lado está el Estado en el que se incluyen las entidades de vigilancia y control y por otro lado está la ausencia de regulación que proteja el libre desarrollo económico de las compañías.

Mi conclusión es que la verdadera causa raíz de la insolvencia es la ausencia de anticipación. Sí, el poder anticiparse en momentos de liquidez boyante y derivado de ello tomar decisiones de largo plazo. Una de esas decisiones debe ser la inversión en innovación, la renovación estratégica a través de la diversificación de productos y servicios y emprender internamente dentro de las compañías. Con esto, no se garantiza la insolvencia en el futuro, pero sí se asegura razonablemente que las decisiones no son cortoplacistas y por ello estratégicas. Otro de los asuntos en el que podría concluir con una inferencia, es que hay de todo en la viña del señor. Hay mucha trampa y mucha anti-trampa en la ley de insolvencia. Hacer lo correcto es el coadyuvante para no caer en estos antivalores empresariales.

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