En nombre de Dios se pueden decir y cometer barbaridades, incluidas guerras y actos de terrorismo. A menudo se combina fanatismo e ignorancia, como en el caso de la secretaria de Salud de Ibagué, que anunció que los suicidios en esa ciudad se están dando “por ausencia de Dios”, y que por eso su entidad va a trabajar con “una red de apoyo con sacerdotes y pastores”. Le queda grande el cargo a Johana Aranda, que no sabe que el suicidio es, entre otras cosas, un problema social que se debe abordar desde las ciencias de la salud que ella maneja y no desde las creencias religiosas. Siempre ha habido y habrá seres humanos que opten por la muerte voluntaria para liberarse de una realidad que no soportan, y se menosprecia y se irrespeta al suicida cuando, desde la superioridad moral, se simplifica y se juzga su acto, el más serio de todos los que un ser humano puede cometer. Porque el suicidio es un acto libre, de autodeterminación, que puede prevenirse pero no estigmatizarse.
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Decidir sobre uno mismo
07 de marzo de 2020 - 02:18 a. m.
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