Decisiones

Francisco Gutiérrez Sanín
01 de junio de 2018 - 02:30 a. m.

¿Se acuerdan de la famosa canción de Rubén Blades? “Decisiones / cada día / alguien pierde / alguien gana”. Pues en nuestra primera vuelta presidencial varios perdieron, dos ganaron y ahora estamos frente a una decisión: ¿Duque, Petro o ninguno? Me parece que esta tercera opción no es muy realista, pues dada la larga diferencia entre el que encabezó la competencia y el que le siguió, cualquier modalidad de abstención significa en la práctica garantizar el triunfo de Duque.

Yo estoy ahora decidido a votar por Petro, y a apoyar su campaña. Y quisiera tratar de persuadir a todo el país no uribista de que adopte esa misma decisión. Creo que hay al menos cuatro razones poderosas para hacerlo. Primero, una métrica simple: ¿qué tan lejos están, verbigracia, los partidarios de De la Calle y Fajardo de cada uno de los dos candidatos? ¿Qué haríamos los “humbertistas” apoyando a un enemigo jurado de la paz? Esta pregunta de hecho se la deben hacer también muchos líderes del Partido de la U. ¿Qué hacen Fajardo o Angélica Lozano y sus votantes con el excluyente y feroz homofóbico Alejandro Ordóñez, con Viviane Morales, con los premodernos partidarios del fundamentalismo religioso y del odio gratuito? ¿Qué Navarro con el ala filoparamilitar, activa y poderosísima, del Centro Democrático? ¿Qué los votantes del Partido Verde, una de cuyas motivaciones centrales es la lucha contra la corrupción, con la fuerza que volvió al Estado una sentina? ¿Qué los defensores de valores básicos como la democracia y la modernidad frente a una fuerza que quiere mantenerse en el poder hasta que san Juan agache el dedo, y que piensa reformar a la justicia y al Estado para garantizar que tengamos un “presidente eterno”? ¿Creen que Robledo, cuya actividad proselitista se desarrolló bajo el sugerente lema del rechazo a “los mismos con las mismas”, pueda presentarse tranquilamente al lado de los Pastrana, Ordóñez, Mafe Cabal, Uribe, o que más bien preferiría, usando las palabras de éste último, arrojarse al río Magdalena con una piedra al cuello?

Segundo, la lógica básica de la interacción política. De acuerdo, Petro es un candidato de una gran novedad para el contexto colombiano, que despierta resistencias en diversos sectores. Tienen sus razones. La pregunta es cómo lidiar con esas características: si aislándolo a través de un cordón sanitario, para confirmarles a él y a sus partidarios que efectivamente es un excluido, o si mostrando con claridad que nuestro sistema político tiene reglas iguales para todos y la capacidad de incorporarlos a todos. Si Petro recibe apoyos diversos, un cubrimiento equilibrado en la televisión, integra a su campaña nuevas voces y lógicas, y obtiene diversas financiaciones, el país sólo puede ganar.

Tercero, influencia a largo plazo. Como el propio Petro dijo el martes, las fuerzas alternativas tienen la posibilidad de cogobernar si se llega a un acuerdo formal. Esto no solamente permitiría lijar asperezas, sino también mejorar la calidad de un potencial gobierno, y pensar en la construcción de proyectos de centro y de centro izquierda de largo aliento. Con diferencias, pero con acuerdos sobre lo fundamental.

Cuarto y último: con todos los errores que se puedan atribuir a su alcaldía, el de Petro es un proyecto político parado sobre la legalidad. El Centro Democrático (CD), en cambio, está plagado de peligrosos hampones como lo han mostrado tan bien Coronell en la revista Semana y Akerman en este diario. Cierto: ni de lejos se puede reducir el CD a estas gentes. Pero tampoco se las puede ignorar: son parte fundamental de su liderazgo. Esto le da a esa fuerza un carácter acerbo, violento, autoritario. Y grandes incentivos para usar el Estado como mampara de protección de todas las ilegalidades.

Para terminar: entiendo el entusiasmo de los petristas por su líder. Pero por decencia, principios y racionalidad: no se permitan una agresión. Busquen más bien convencer.

 

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