Declárese dictador

Lorenzo Madrigal
30 de abril de 2018 - 02:00 a. m.

Encima de la manga ancha con la que el presidente ha manejado los temas constitucionales en aras de la paz, ahora se le propone que asuma cualquier clase de facultades —no previstas— para preservarla en momentos de crisis.

Es muy cierto que la paz interna es deber primordial de un mandatario, pero no por ello puede obviar otras normas constitucionales para conseguirla, pues eso sería tanto como darle patente para violar la suprema ley cuantas veces quisiera usar la paz como pretexto. No existen tales poderes dictatoriales a discreción del primer magistrado del país, salvo los conocidos estados de excepción expresamente regulados y temporales.

En la crisis actual del proceso de paz, tres o cuatro veces firmado ante delegatarios internacionales (una forma de quebrantar el derecho interno, sin queja posible), quien es hoy el líder más visible del partido FARC, desde un extraño retiro, le ha pedido al presidente Santos que utilice el galardón mundial de la paz, con el cual contrarrestó el rechazo del país, y ponga a salvo el acuerdo.

Esto va en la misma dirección de las primeras declaraciones que dio el jefe máximo de esa organización, al salir a la luz pública, cuando dijo que era indispensable que en la sucesión presidencial se garantizara el desarrollo de lo acordado, como reclamando un sucesor de la misma línea de quien se había allanado a sus propuestas.

No sé si el sentido profundo de estos dos hechos haya sido analizado suficientemente, pues todo ello parecería conducir a mayores desafueros constitucionales de los ya pactados, algunos con evidente ilegalidad. Entre estos, por ejemplo, darles categoría de tratados públicos internacionales a pactos internos entre un gobierno y una guerrilla sin el lleno, por lo demás, de los exigentes requisitos de dichos tratados. Claro que la Corte ya negó ese carácter.

¿Un candidato que garantice la llamada implementación? ¿Un presidente, sacralizado por el Nobel, que le purifique cualquier atrevimiento extralegal, si fuera necesario, para salvar un específico proceso? Hasta en la prolongación indebida del actual mandato se podría estar pensando por parte de los rebeldes que pactaron ayer y hoy se sienten defraudados. Aun sabiendo que una cosa así es imposible, echan la red por si atinan con una dictadura de aquellas que acostumbra la izquierda socialista.

El acuerdo no estaba maduro cuando se firmó, las partes no midieron todas las consecuencias y el alborozo por la fiesta de la paz primó en un país con fama de ser alegre y fiestero. Se une a todo el afán del mandatario por obtener el galardón mundial y así blindar lo que se firmó, al antojo, ni siquiera suyo, sino de sus negociadores. El mundo no mira lo interno de una Nación ni le interesa, observa solamente la luz de la paz, que se muestra al exterior y que por sí sola deslumbra.

 

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