Déficit de libertades

Armando Montenegro
10 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.

Con el apoyo de decenas de expertos y asesores, la ONG norteamericana Freedom House califica cada año a los países del mundo de acuerdo con su respeto por las libertades civiles y políticas, y los clasifica en tres grandes categorías: libres, parcialmente libres y no libres.

Los resultados del informe de 2018 son especialmente interesantes. Confirman el hecho de que, si bien a comienzos de los 90 todo indicaba que la democracia liberal sería dominante en el planeta, en los últimos 13 años los valores liberales están en retirada. El ascenso de gobiernos autoritarios y populistas, el aumento de la corrupción y las frecuentes violaciones a los derechos humanos han hecho que un grupo creciente de países caiga en las categorías de no libres o parcialmente libres. Este hecho ha llevado a numerosos analistas a comparar lo que está sucediendo en nuestros días con los eventos políticos de la segunda y tercera década del siglo XX.

El caso de Estados Unidos es significativo. Después de que fue durante mucho tiempo uno de los países con los puntajes más altos, sus calificaciones vienen cayendo en forma continua desde hace siete años, un fenómeno que, por supuesto, se aceleró en el gobierno de Trump.

Como lo anota Michelle Goldberg en el NYT, en materia de libertad y garantías individuales este país ya está por debajo de Latvia y Grecia, y apenas por encima de Croacia. Las causas del deterioro son bien conocidas: la corrupción, la influencia del dinero en las campañas políticas, la inequidad de la justicia y la disfuncionalidad del gobierno (manifiesta en los frecuentes cierres de sus servicios a los ciudadanos). En un cambio notable, en lugar de promocionar y defender la democracia en el mundo, Trump ha forjado alianzas con regímenes dictatoriales como el de Arabia Saudita y manifestado su admiración por autócratas como Putin y Al-Sisi.

Desde hace años, Colombia está clasificada como parcialmente libre (una categoría que comparte con países como México y Bolivia). Esta situación se explica por el impacto que tienen sobre las libertades factores como la violencia, la corrupción, la violación de los derechos humanos, los defectos de la justicia y los frecuentes ataques contra los periodistas. Los resultados de este estudio y otros semejantes prueban, una vez más, que se requieren grandes esfuerzos para que nuestro país alcance la categoría de libre en las comparaciones internacionales.

Otros hechos del informe merecen un comentario. Con el retiro de Correa, Ecuador mejoró su calificación (aunque se mantiene como parcialmente libre), puesto que se prohibió la reelección presidencial indefinida, se redujo el asedio a los medios de comunicación y se recuperó la independencia de la justicia. En el otro extremo, Turquía pasó a ser un país no libre, fruto de la concentración de poder en manos de Erdogan, la persecución a la oposición, los ataques a la prensa y la subyugación del poder judicial.

En nuestro vecindario existe un motivo de esperanza: el posible retorno de la democracia a Venezuela, sólidamente calificado como un país que no es libre. Sin embargo, subsiste la expectativa de lo que puede suceder en materia de libertades en México y Brasil, ambos gobernados desde hace meses por mandatarios con inclinaciones populistas y que en el pasado manifestaron cierto desdén por el imperio de la ley.

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