Del caney al bulevar

Tatiana Acevedo Guerrero
16 de junio de 2018 - 09:00 p. m.

Los pueblos negros de Colombia votaron por el Partido Liberal durante la primera mitad del siglo XX. La predilección puede ser comprobada al cruzar los censos de 1912 y 1918, que preguntaban por la “raza” de los habitantes, con las estadísticas electorales municipales. Este liberalismo tenía asidero en las diferencias entre el entonces progresista Partido Liberal y el conservatismo amante del agresivo orden civilizatorio europeo. Pese a que motivos discriminatorios e higienistas eran compartidos por ambos partidos tradicionales, el conservatismo estuvo siempre más reacio a ampliar la base de derechos (conservadores reprobaron la inclusión que suponía la reforma educativa de 1936, rechazando en un manifiesto “disposiciones odiosas y sanciones exorbitantes como la que obliga a recibir en los colegios privados a los hijos naturales y sin distinción de raza”).

Muchos años después, Chocó, Cauca, Nariño, Sucre y La Guajira (departamentos que según el censo de 2005 tienen nacionalmente un mayor número de población negra) votaron por Gustavo Petro. Y, aunque el candidato no ganó en Valle del Cauca, la ciudad de Buenaventura, con aproximadamente un 72% de mayoría afrodescendiente, registró claras mayorías petristas. Famosa en los manuales escolares por ser el puerto comercial más grande del país, Buenaventura se sumerge parcialmente en el mar Pacífico. Sus habitantes conviven con una tradición impecable de racismo estructural. Se calcula una tasa de pobreza multidimensional del 66,53 %. El 35,85 % de la población presenta necesidades no satisfechas y el 13,46 % vive en la miseria. El 94,36 % de la población tiene un empleo informal sin continuidad, el analfabetismo es de alrededor del 25,18 % y el 49,07% de la población no cuenta con seguro médico. El 24,26 % de la población carece de acceso a agua potable y limpia, y el 25,33 % vive en condiciones de hacinamiento.

Buenaventura es una ciudad particularmente devastada por el conflicto armado. En una primera etapa durante los 90 con la presencia y dominio de las Farc, y una segunda de acometida y hegemonía del bloque paramilitar Calima. Tras la desmovilización del bloque, una seguidilla de bandas criminales ha protagonizado las amenazas a líderes, desapariciones forzadas, los asesinatos, la tortura, el reclutamiento de menores y la violencia sexual en el territorio. Además de haber sido testigo del desplazamiento forzado de muchos de sus habitantes, Buenaventura también ha recibido muchas personas desplazadas de otras regiones del Pacífico. En 2015, se reportaron 74.976 personas víctimas de desplazamiento: el 59 % son mujeres con edades entre 20 y 39 años.

El proyecto dominante para la ciudad —permitido (o impulsado) por distintos gremios y gobiernos centrales—, caracterizado principalmente por iniciativas legales e ilegales de minería, narcotráfico, extorsión y expansión a sangre y fuego del puerto, ha dejado un descontento profundo. Sin embargo, una Buenaventura mayoritariamente joven (con un 25,1 % de la población entre 14 y 26 años) y esquiva al cinismo votó con 46.153 votos por un candidato que marca distintas rupturas con el presente de tantas incertidumbres. Es probable que la gente vote hoy por Iván Duque (un bogotano de acento paisa que dice representar al uribismo), no porque lo prefiera, lo conozca o lo añore, sino por el miedo que cualquier otra posibilidad infunde. Los pregoneros del “salto al vacío” que afirman que las propuestas de Petro son “muy poco realistas” piensan que es mejor dejar las cosas como están, ante el desasosiego e inestabilidad que produciría cualquier cambio.

Creo que se vienen tiempos difíciles y vamos a necesitar las voces de ciudades como Buenaventura que pueden concebir alternativas a cómo vivimos hoy en Colombia. Que, como nos lo cuenta Francia Márquez, “alzan la voz para parar la destrucción de los ríos, de los bosques y los páramos”. Que pueden sortear el miedo hacia otras formas de habitar el país e imaginar motivos para la esperanza. Los que, para parafrasear a Ursula K. Le Guin, son “los realistas de una realidad más amplia”.

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