Delitos impunes en el tránsito

HA CRECIDO LA DIVULGACIÓN DIAria de delitos graves que se quedan sin castigo en el tránsito de ciudades importantes, comenzando por Bogotá.

Esta semana se conoció el caso aberrante de buses viejos, que ya debieran estar chatarrizados, vendidos a colegios para el transporte escolar. El dueño que vende su bus en esa forma para hacer una ganancia indebida pone vidas en peligro, y es peor la irresponsabilidad del colegio que lo compra. En ambos casos falta autoridad que los descubra y les imponga sanción pública y ejemplarizante.

Otro caso que se divulgó y quedó en silencio, es el de las ambulancias cuyos choferes se prestan a transportar a clientes que pagan bien para atravesar con rapidez las caóticas calles bogotanas abusando del estrépito de las sirenas y del paso de semáforos en rojo. Nadie puede estar seguro, cuando oye en la calle ese ruido, de que se trata de un enfermo o de una ambulancia pirata.

Especial impresión ha causado la muerte de un estudiante al colarse a Transmilenio para no pagar pasaje, a lo que siguió el suicidio del padre del jovencito, agobiado por el dolor. Nada se ha sabido sobre la corrección de fallas en la construcción de las estaciones, para evitar que eso ocurra. Por el contrario, siguen transmitiéndose videos de transeúntes a los que se facilita cometer imprudencias en calles, estaciones de buses y puentes viales.

Es ante todo un problema de incultura general, que no se afronta con el escaso cuerpo de Policía de Tránsito cuya función principal es aplicar partes por accidentes y por burlas al Pico y Placa.

Hay que llegar hasta los padres de familia y los maestros que olvidaron enseñar cívica y respeto a las normas de vida en comunidad. Pero eso será en el próximo gobierno, sean cual fueren los ganadores en el galimatías del actual debate electoral.

Coletilla.— ¿Por qué no ofrecen recompensas a quien compruebe que en la ambulancia no va un enfermo sino un afanado por cumplir una cita?