Democracia: en grave riesgo

Pablo Felipe Robledo
06 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

En una columna titulada en forma de pregunta: “¿Se nos muere la democracia?”, y publicada la semana pasada en El Tiempo, Moisés Wasserman, exrrector de la Universidad Nacional, hacía algunas reflexiones sobre el futuro de la democracia como sistema político.

Wasserman cree que “los autoritarismos de derecha y de izquierda parecen tener ventajas competitivas en una sociedad comunicada y educada por las redes”, fundamentalmente porque “es fácil movilizar a las multitudes con la indignación”. Guardadas las proporciones sobre el quién y el qué, es lo mismo que confesó Juan Carlos Vélez Uribe, gerente de la campaña del No al Acuerdo de Paz, pero en lenguaje más ordinario: “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”.

Desde hace un año que vengo ejerciendo el placer de opinar y dar a conocer mis íntimas convicciones a través de esta columna, he sostenido sistemáticamente que la política, no solo en Colombia o América Latina sino también en los países más desarrollados, atraviesa grandes dificultades a raíz de la llegada al poder de una cantidad importante de líderes populistas y mentirosos, de derecha y de izquierda, con facilidad de convencer a las masas electorales con discursos “cataclísmicos” que pretenden vender la idea de que todo es un desastre, que todos los antecesores lo han hecho muy mal y que las soluciones, que por cierto las hay, solo las tienen ellos por ser poseedores de un poder mesiánico que no solo instrumenta la salvación sino que la personifica o individualiza.

En ese contexto y con una población cada vez más exigente, pero al mismo tiempo más superficial y egoísta, movida y conmovida por redes sociales con mensajes manipulados y falsos, el elector de hoy, así como el manifestante, es un ciudadano cargado de odio en contra del establecimiento y la institucionalidad, generándole excitación, únicamente, todo aquello que suene diferente, que venda humo, para lo cual los charlatanes se han convertido en expertos en ganar elecciones “democráticas”.

A lo anterior, claro está, hay que sumarle el hecho de que la compra de votos, las maquinarias políticas, la contratación estatal al servicio de las causas políticas, la irregular financiación de las campañas, la intimidación, el narcotráfico, el paramilitarismo, la guerrilla y la oscuridad de las encuestas son todos factores que impiden a los resultados electorales reflejar la esencia de la democracia y, más bien, lo que muestran es una democracia aparente, que legitima los resultados en su propia denominación (democracia), pero la hacen ilegítima en la forma cpmo se llevan a cabo los procesos electorales.

Tal y como lo cita Wasserman en su columna, Winston Churchill decía que “la democracia es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás”, razón por la cual el reto mundial será rescatar a la democracia de las distorsiones de antaño, pero también de las nuevas realidades que conspiran contra ella, o de lo contrario un titular como “Se nos muere la democracia” ya no será una pregunta sino una afirmación.

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