Democracia y redes

Marcos Peckel
25 de abril de 2018 - 03:08 p. m.

“Todas las noticias que es adecuado imprimir” ha sido por décadas el eslogan de The New York Times. De esta forma, un puñado de editores controlan el flujo de información del más importante diario de Estados Unidos y uno con gran influencia global.  Los grandes medios dentro de su propio entorno actúan de igual manera para informar lo que consideran “adecuado” y para mantener unida la “comunidad imaginada” que forja las naciones, a decir del pensador Benedict Anderson.
Internet y las redes sociales se han llevado por delante esas “burbujas informativas”, creando una nueva realidad social cuyos alcances estamos apenas comenzando a comprender a medida que se “hace camino al andar”, especialmente los efectos sobre la democracia y la cohesión social.

Mas allá de la voz que las redes les están dando a millones de seres humanos que antes no la tenían, están igualmente creando lo que se denomina “filtros burbuja”, grupos de personas que solo ven y oyen lo que les gusta, sin tener acceso a información que pueda desmentir o cuestionar sus “verdades reveladas”. Cada “me gusta” en Facebook o Twitter tiene extrañas formas de reverberar en las redes develando gustos, tendencias e inclinaciones ideológicas que alimentan los sofisticados algoritmos que dichas redes manejan.

Uno de los términos mas llamativos de esta nueva realidad son los “community managers”, apetecidos cargos creados para alimentar grupos de información sesgada y destruir a los que piensan diferente. Aparecen igualmente los “troles”, nueva opción laboral,  “obreros cibernéticos” que se dedican a comentar, mentir, desmentir, atacar, ensuciar y ensalzar, ocultos tras perfiles falsos de seres inexistentes. Tanto unos como otros “hacen su agosto” en la campaña electoral colombiana.

Los efectos de las redes en la democracia, tal cual la conocemos, pueden ser perniciosos, como lo admite en su blog Samidh Chakrabarti, ejecutivo de Facebook, quien describe de manera cruda cómo Rusia intervino en las elecciones en EE. UU. a través de noticias falsas, páginas ficticias y promoción de polarización y cómo miles de páginas dedicadas a promover el odio racial religioso, nacional o étnico hacen parte del paisaje de la nueva realidad virtual. Por otro lado, admite que Facebook no debería convertirse en el censor sobre qué debe la gente ver, lo cual actualmente está determinado por los algoritmos que maneja Facebook que conoce al dedillo los intereses de cada uno de sus dos mil millones de usuarios, sumado a que WhatsApp e Instagram son parte del mismo grupo corporativo.

La paradoja de las redes sociales es que mientras en sociedades autocráticas sirven de voz para los marginados y opositores, en las democracias fomentan la fragmentación social que puede poner en peligro la misma democracia.

 

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