Desamparados

Isabel Segovia
04 de septiembre de 2019 - 05:00 a. m.

De la triste y preocupante noticia de la semana pasada, más grave que el discurso guerrerista del partido de gobierno y su supuesto deseo de hacer trizas el Acuerdo de Paz es la incapacidad demostrada por la actual administración de proteger a los reinsertados, para que no sean forzados a volver a vincularse a la guerrilla, y de implementar los proyectos que les van a ofrecer alternativas diferentes a las armas. No sorprende, pues Colombia eligió a un presidente con casi ninguna experiencia que lleva un año de practicante y que, como se observó en el balance de su primer año, poco ha logrado, salvo un gran desgobierno.

Cumplir lo pactado en el Acuerdo de Paz, combatir la delincuencia, mejorar las condiciones socioeconómicas de la población y luchar contra la corrupción requiere de una administración competente y con liderazgo. Además de la obvia inexperiencia de Duque, estamos en manos de ministros como Botero, que no sólo ha sido completamente desatinado con varios de sus comentarios, sino que tiene sumida a la institución castrense en una crisis sin precedentes. No ha sabido liderar a los militares para llevarlos al nuevo momento que les demanda la historia. Por eso se escuchan voces de altos mandos radicalizándose y algunos cabecillas de las Farc que optaron por seguir delinquiendo se esfumaron en frente de todos. O como el ministro de Hacienda, que, por estar sumido en escándalos, no se ha enterado de que el desempleo no para de subir. Carrasquilla no ha sabido explicar las causas de este preocupante problema y, más grave aún, no ha presentado ni está implementando política alguna para mitigarlo.

Y, sin embargo, siguen atornillados a sus cargos, protegidos por algún interés político que evidencia la poca gobernabilidad que el presidente tiene para removerlos. Adicionalmente, ante este escenario de desgobierno, pocas personas preparadas estarían hoy dispuestas a ocupar esos puestos. Si bien el país cuenta con ministros y altos funcionarios técnicos que conocen de sus respectivos sectores, tales como el alto consejero para el Posconflicto y los ministros de Salud, Educación y Ambiente, en un entorno así, aunque tratan, poco pueden lograr. Desafortunadamente se están desgastando, mientras el país se va desintegrando.

La situación ha llegado a tal nivel que al presidente ni su propio partido parece respaldarlo. El mandato de 11 millones de colombianos para luchar contra la corrupción fue hundido punto por punto en el Congreso por el partido de gobierno. Es tal la desconexión, que tanto los que están por fuera como dentro del Gobierno se comportan como opositores, como si quien estuviera todavía gobernando fuera la pasada administración. Tal vez lo único positivo de esta situación es que el inconformismo y la crisis del Gobierno actual parece que finalmente se están llevando consigo a su jefe político; sus índices de desfavorabilidad son, sin duda, la única buena noticia de las últimas semanas.

La sensación es de orfandad, estamos desamparados; y si así nos sentimos quienes hemos estado lejos de la guerra, no me quiero imaginar lo que perciben en este momento aquellos que estando en ella le apostaron a la paz. Más que nunca, debemos acogerlos, protegerlos y cumplirles, para romper con nuestra historia, la de siempre, la que se repite, la de la guerra.

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