Desaparecerán

Antonio Casale
06 de abril de 2020 - 02:00 a. m.

En medio de esta tormenta llamada coronavirus hay pocas certezas. Una de ellas es que el aparato productivo y el sistema de salud van de la mano. No pueden funcionar el uno sin el otro. El negocio de las apuestas deportivas, por ejemplo, aporta el 15 % de sus millonarias ganancias al sistema de salud. Si no hay competencias, no hay aportes. Así de simple. Pero el Gobierno ha dejado claro esta semana que no es prioridad, como debe ser, ayudar (más) a la Dimayor. Agotado el recurso, la dirigencia tendrá que centrarse en cómo hacer para que todos sus afiliados puedan sobrevivir. Será difícil lograrlo.

Todas las puertas se cierran. La plata por la venta de derechos de televisión internacional parece más embolatada que nunca. Los adelantos que entregó Conmebol son solamente para los clubes que están participando en torneos internacionales (los más pilos). La Federación hizo saber que durante la semana hizo llegar 11.000 millones de pesos para los clubes, pero tampoco se pueden descapitalizar.

La crisis, como bien lo dijo el presidente de Patriotas, César Guzmán, ya había comenzado antes del COVID-19. No hay peor escenario para afrontar un tsunami inesperado como este que el de una crisis institucional preexistente. Por estatutos, el voto de cada uno de los 36 miembros de la Dimayor tiene el mismo valor. Pesan lo mismo Nacional o Millonarios que arrastran el rating, la gente que va a los estadios y en consecuencia el dinero que ponen los patrocinadores, que Boyacá Chicó. En medio de esa realidad se han tomado las decisiones que hoy tienen en jaque al fútbol.

Pero hoy, por primera vez en la historia, la mayoría de votos significa poco o nada. Como en las grandes coyunturas que ha sufrido la humanidad, sobrevivirá solamente el que se adapte. Más de un equipo de garaje, que son muchos, desaparecerá. En ese escenario se presenta una gran oportunidad que el fútbol colombiano no puede dejar pasar: es el momento de diseñar una competencia con menos, pero verdaderas instituciones, capaces de convocar público y en consecuencia los patrocinadores suficientes para funcionar, desarrollar divisiones menores acordes con la exigencia actual y cumplir con su rol protagónico.

También hay una oportunidad enorme de rescatar la hoy improductiva estructura del fútbol aficionado. Es hora de que las ligas vuelvan a ser importantes, produzcan jugadores para la rama profesional de aquí y de afuera, y rescaten este deporte para todo el territorio nacional y no para unos pocos empresarios privilegiados, dueños de equipos que viven de lo que producen los clubes grandes.

 

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