Desempleo rebelde

Eduardo Sarmiento
09 de febrero de 2020 - 02:00 a. m.

La economía colombiana lleva dos años con tasas de crecimiento cercanas a 3 % y en la actualidad experimenta una caída sistemática del empleo. Los dos comportamientos se achacan a factores diferentes. La contracción de la actividad productiva se atribuye a la caída de la demanda global y el desempleo a rigideces laborales causadas por altos salarios.

La solución de libro de texto al diagnóstico es la baja de la tasa de interés y el aumento del déficit fiscal. Las dos medidas se aplicaron con una disciplina ejemplar. La tasa de interés bajó a 4,3 %. La Ley de Financiamiento contempló una reducción de $10 billones a las empresas y al capital. Las dos medidas han generado una modesta reactivación, no más de 1 % del crecimiento anual.

Al mismo tiempo se propició una ampliación del déficit en cuenta corriente, que indujo a adquirir los bienes en el exterior y reducir el empleo. El aumento de la producción se consiguió a cambio de una reducción del crecimiento del empleo de 3 %. El mercado laboral tradicionalmente genera 400.000 empleos anuales y en el último año perdió 600.000.

En la confusión, las autoridades económicas resolvieron que la causa del desempleo son los elevados salarios y proponen reducirlos mediante el pago por horas. El fraccionamiento del trabajo deprimiría los salarios a todos los niveles. Se agravaría la información reportada por las empresas, que revelan incrementos muy por debajo de la productividad. Las soluciones dictadas por las apariencias conducen al modelo de crecimiento montado en la baja de impuestos al capital, el desempleo y la depresión de los ingresos laborales.

Como se ha señalado repetidamente en esta columna, la causa de la caída de la economía colombiana se originó en una seria deficiencia estructural provocada por 30 años de apertura comercial y globalización que configuraron una balanza de pagos deficitaria basada en productos de baja demanda externa y productividad. La mayoría de los productos industriales y agrícolas de alguna complejidad se consiguen a menor precio en el exterior. Así, el país opera con un marco comercial en el cual el aumento de la producción determina una expansión de las importaciones que destruye el empleo y la torna insostenible.

En el primer curso de economía se enseña que la elevación de la actividad requiere un aumento del gasto en moneda local por encima del producto, y esto lo impide el aumento de las importaciones, que contrae la producción y el empleo. Es la carrera del perro para morderse la cola. Por eso fallan en forma persistente las proyecciones oficiales y de los organismos internacionales, y los esfuerzos de reactivación reducen el empleo.

El drama oficial de la reactivación tiene dos caras que no se reconocen en las visiones neoliberales. Primero, el fracaso de la globalización por las deficiencias del orden económico internacional y de la carencia de una política de industrialización en favor de actividades de mayor complejidad y productividad. Segundo, el intento de remediar los errores de 30 años de Consenso de Washington con una baja de los impuestos a las grandes empresas y al capital, y la depresión salarial distancia a Colombia del clamor nacional y mundial por organizaciones económicas que impulsen el progreso con reducciones aceleradas de la inequidad.

Mal puede esperarse que el desbalance de las cuentas externas provenga de los TLC y la tasa de cambio. La transformación de la estructura de comercio internacional requerida para reactivar la producción y conciliarla con el empleo solo podrá materializarse con políticas industriales, comerciales, tecnológicas y de integración regional que permitan compensar en forma selectiva las diferencias de productividad con los países desarrollados.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar