Desinfle de la globalización

Eduardo Sarmiento
10 de febrero de 2019 - 02:00 a. m.

Hace diez años la globalización se presentaba en los círculos dominantes como el único modelo viable de funcionamiento de la economía. No había otra opción que pudiera generar más prosperidad y progreso. La actitud cambió a partir de la crisis recesiva del 2008. Los hechos les abren camino a modificaciones de fondo del modelo imperante.

El balance exportador después de 25 años de globalización es insatisfactorio. Los ingresos en dólares por exportaciones en 2018 son inferiores a los registrados en 2008. En la actualidad el déficit en cuenta corriente asciende a 3,2 % del PIB, y si se agrega la caída de los precios del petróleo bien puede superar el 4 %.

Lo anterior se complementa con una publicación reciente de The Economist, que revela una fuerte decaída del comercio internacional en los últimos diez años. El intercambio comercial crece por debajo del producto mundial. La adquisición de insumos e inversiones en el exterior disminuye. Los flujos de capitales se debilitan. El comercio intrarregional aumenta. El margen de tarifas y transferencias se amplía. En este contexto, el tipo de cambio flotante no está en capacidad de equilibrar las balanzas de pagos, como se supone en las concepciones convencionales.

Deja de cumplirse la condición de equilibrio cambiario que sustenta el orden económico mundial. Algunos países, como ocurre en América Latina y en particular en Colombia, operan con déficits en cuenta corriente que no son rectificados por el mercado e interfieren con la actividad productiva. Las políticas fiscales y monetarias orientadas a equilibrar las balanzas de pagos acentúan el estancamiento y el desempleo.

El país se mantiene en el círculo vicioso del exceso de ahorro y el déficit en cuenta corriente, que se previó en esta columna desde hace más de cuatro años. El déficit en cuenta corriente contrae la demanda e impide la expansión de la inversión. La estabilidad de la balanza de pagos está condicionada a la operación de la economía por debajo de su capacidad máxima y del pleno empleo.

No menos diciente es la incidencia sobre el manejo de la política monetaria. Las nuevas condiciones del comercio internacional le introducen un factor de contracción a la economía que, como se ha mostrado en forma insistente, no se puede evitar con la baja de la tasa de interés de referencia y la regla fiscal. La igualdad macroeconómica entre el ingreso nacional y el gasto (exceso de ahorro cero) requiere una política fiscal y monetaria coordinada.

El modelo de libre mercado idealizado no es el medio adecuado para enfrentar las condiciones externas. Mientras persista la política monetaria aislada de la tasa de interés, el déficit en cuenta corriente de más de 4 % del PIB y el predominio de los recursos naturales, no será posible recuperar las tendencias históricas. Las predicciones de crecimiento de más del 3 % de los organismos internacionales y el Gobierno no pasan de los buenos deseos.

Ante todo, se plantea acudir a políticas industriales para propiciar los bienes de mayor demanda externa y productividad, políticas comerciales para sustituir la producción doméstica de insumos y bienes de inversión y la conformación de uniones aduaneras con países similares para ampliar el comercio dentro de la región. Adicionalmente, habría que reemplazar la política monetaria de tasa interés por la coordinación monetaria y fiscal, y sustituir la prioridad minera por proyectos industriales y agrícolas. En fin, se abre camino un nuevo modelo de políticas macroeconómicas sectoriales y comerciales para enfrentar el enfriamiento de la globalización.

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