Des/materializaciones

Tatiana Acevedo Guerrero
01 de septiembre de 2018 - 05:00 p. m.

Cuelgan pequeños espejos de las paredes de un museo o galería. Cuando uno se acerca (y con su exhalación empaña el espejito), no ve al propio reflejo, sino en cambio el rostro de una persona colombiana desaparecida, que se revela (y después de unos segundos se pierde). La instalación, que se ha presentado en varias partes en el país y por fuera, se llama Aliento y fue ideada hace poco más de dos décadas por Óscar Muñoz.

La obra cobra importancia en el Día Internacional de la Desaparición Forzada, que se conmemoró el 30 de agosto. Con ocasión de la fecha, el Centro Nacional de Memoria Histórica recordó a los 82.998 colombianos y colombianas desaparecidos entre 1958 y 2017. Así mismo, presentó un informe sobre los 1.743 casos de desaparición registrados entre 1975 y 2014 en Caquetá e hizo énfasis en la “complejidad y dificultad del proceso de búsqueda de personas desaparecidas”. El escrito pone al descubierto las decenas de dificultades y obstáculos con los que se han encontrado por décadas las familias en la búsqueda de sus seres amados. Gonzalo Sánchez, director del Centro de Memoria, puso de relieve “la débil coordinación y comunicación entre las instituciones”, “la inadecuada recolección y cotejo de información ante y post mortem, el caótico manejo de cuerpos sin identificar en los cementerios del país, la inseguridad para realizar el trabajo en algunas zonas del país, la falta de un acompañamiento psicosocial y una atención amable para las familias, la necesidad de fortalecer el trabajo conjunto con los responsables de la desaparición y muerte de las víctimas”. Sánchez recalcó también “la invisibilización y falta de conciencia de la problemática en la sociedad”.

En su trabajo sobre los relatos de violencia sentida, vivida y recordada en los municipios de Belén de los Andaquíes y Puerto Torres, en Caquetá, la antropóloga María Eugenia González Vélez narra también el paisaje. “¿Ve todo esto?”, le preguntó durante su trabajo de campo el mototaxista que la transportaba por un camino de trocha de un municipio al otro, “antes todo esto eran fincas de campesinos, ahora todo esto son haciendas (…) ¿Mira este potrero? Acá los paramilitares tenían una pista y entraban en avioneta”.

Fue en esta zona que el Bloque Central Bolívar organizó una escuela de entrenamiento criminal con la colaboración de miembros de la policía y el ejército. En esta institución, paramilitares de Córdoba y Antioquia entrenaron a otros tantos hombres en la tortura y desaparición forzada. El río Fragua, que cuando está crecido se desborda sobre el departamento, fue usado para esconder lo que estaba pasando. Esta empresa, que tuvo su máxima expresión durante el 2001 y 2002 y logró aterrorizar a los pueblos, controlar el narcotráfico y robarse la tierra, trabajó en impunidad por varios años e incluso después de la desmovilización.

Quizás aquí quepa recordar trabajos de Muñoz. En Re/trato Óscar Muñoz (que nació en el Cauca durante el último año de la presidencia de Laureano Gómez) dibuja su propio retrato, con pinceladas de agua, en un pavimento de cemento a pleno rayo del sol. Sin embargo, la luz caliente evita que el rostro tome forma, pues mientras el artista dibuja (las cejas, los ojos, la boca) el agua se evapora y se borran, uno a uno, sus rasgos. En el caso de departamentos como Caquetá, desapareció la gente, sus sueños, sus planes de felicidad cercana. Se evaporaron también sus rutinas, caminatas y sustentos. Se drenaron sus acuíferos, se desviaron sus ríos, se vertieron pesticidas en sus suelos que luego lavó la lluvia.

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