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Desplazados: también por el lenguaje

Nicolás Rodríguez
20 de junio de 2015 - 03:53 a. m.

Con los preparativos mediáticos para el Día Mundial de los Refugiados vuelven las metáforas más gastadas.

Visualmente torpes y políticamente estériles, las imágenes empleadas para referirse a los desplazados difícilmente remiten a historias de ciudadanía. En el mejor de los casos se habla de una violación a los derechos humanos en la que, de cualquier forma, el culpable viene a ser un gran relato tan general y abstracto como “el conflicto” y “la violencia”. (O en buena prosa uribista: “la amenaza terrorista”).

Pero en general prima otro lenguaje. Ante una situación de desplazamiento lo primero que evocan las narrativas encargadas de presentar los hechos es la idea de una “tragedia”. Colombia, se dice, vive una tragedia del tamaño de 6 millones de personas. No importa qué tanto se esfuercen los comentaristas políticos con sus símiles y equivalencias (“como si Cali y Medellín y Bucaramanga se desplazaran”…), la suerte política de los desplazados está atravesada por una fatalidad. Y como se trata de una tragedia, que se encarguen los dioses.

Con algo de suerte (algún milagrito) se habla de tragedia humanitaria. Como en una sequía. O una inundación. Un Katrina enorme, permanente. Una tragedia bíblica. Así explicado, el desplazamiento es un desastre natural. Las palabras típicamente utilizadas para que el informe de coyuntura rime y suene bonito, con un sentido del ritmo y espacial, tampoco ayudan: da exactamente igual si es una “oleada de desplazados”, un “río”, un “océano” o un “mar”. La violencia del lenguaje es la misma. Tan inocente como cómplice. Y como toda tragedia es una obra dramática, el desplazamiento también es un espectáculo. Además de algunas ayudas de emergencia (colchones y agua), habrá fotos y se derramarán lágrimas.

Una salida a la naturalización de la violencia podría provenir de la preocupación por los silencios históricos que han permitido que los desplazados pasen de agache, sin mayores repercusiones jurídicas y despolitizados desde el lenguaje adoptado para visibilizarlos en su propio día.

 

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