Después de las protestas

Eduardo Sarmiento
24 de noviembre de 2019 - 02:00 a. m.

Luego de los acontecimientos de Chile y del paro nacional, el Gobierno tendrá que tramitar una reforma tributaria que baja los gravámenes al capital y a las empresas y enfrentar la presión del FMI, la OCDE, la ANIF, para ajustar el salario por debajo de la productividad.

La economía colombiana y la chilena tienen grandes similitudes. Chile fue la cuna de la reforma neoliberal, la apertura comercial, la privatización, el banco central autónomo, la privatización de las pensiones y el desmonte de la progresividad fiscal. El modelo de desarrollo colombiano es una copia del chileno. Por lo demás, ambas economías fueron las que inicialmente aprovecharon mejor las ventajas del crecimiento económico fundamentado en el mercado. Los ciudadanos obtuvieron grandes ganancias de ingreso por la adquisición de los productos protegidos en los países desarrollados. Al mismo tiempo, las economías se vieron abocadas a estructuras productivas de baja intensidad del capital y productividad del trabajo que dieron lugar a balanzas de pagos deficitarias que obligaron a devaluaciones que reducen el salario real. En efecto, experimentaron caídas en los ingresos del trabajo en términos del producto nacional que incrementan el coeficiente de Gini y no han podido compensarse con la política fiscal de transferencias. Se configuró el típico modelo de crecimiento impulsado por el mercado que amplía las inequidades. Ambos países registran coeficientes de Gini muy superiores a los de Europa y el Sudeste Asiático.

En Chile, la población, luego de muchos engaños, entendió el complejo proceso económico. Los beneficios se concentran en unos pocos. Los ingresos de los trabajadores, y en mayor grado en los medios y pobres, declinan en términos relativos.

La verdad es que la debilidad de las dos economías está en el deterioro de la estructura productiva por 30 años de abandono. No se avanzó en la incorporación del capital físico y humano, ni en el aprovechamiento del aprendizaje en el oficio. Se amplió la brecha entre la productividad del trabajo y los salarios con los países más desarrollados. Los hechos se encargaron de demostrar que no es un juego en el que todos ganan.

Hasta aquí el análisis comparativo con Chile. Está visto que la apertura y los TLC fracasaron estruendosamente en Colombia. Las ganancias que el país obtuvo por la adquisición de bienes abaratados se compensó por la conformación de una estructura productiva de baja productividad del trabajo y baja demanda. El país quedó abocado a un cuantioso déficit en cuenta corriente que da lugar a un exceso de ahorro que limita la producción por debajo del potencial, devalúa el tipo de cambio desplaza el empleo y reduce el salario. El experimento resultó ineficiente e inequitativo.

El drama actual está en que los gobiernos y los organismos que propiciaron la debacle pretenden solucionarla con los mismos medios que la causaron. En efecto, proponen bajar el salario y reducir los impuestos a las empresas y al capital. El fracaso se busca remediar acentuando la inequidad. Se equivocan de nuevo. Lo que se plantea es una revisión de fondo del modelo de libre comercio que restituya la protección de la industria con políticas comerciales, industriales y tecnológicas selectivas. El déficit en cuenta corriente, que es la verdadera causa de la caída de la actividad productiva y el empleo, se corregiría sin deprimir el salario y resquebrajar la organización fiscal. Sobre este aspecto volveré en detalle en una próxima oportunidad.

@mahofste

 

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