Después del COVID-19

Humberto de la Calle
22 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.

El COVID-19 no va a acabar con la especie humana. Hay mayor riesgo en el cambio climático. Pero es claro que se viene una etapa de dificultades. Más allá de la infección, vendrán alteraciones serias en la vida social. El golpe para la economía va a ser brutal porque además se suma el precio del petróleo.

Esto nos cogerá con los calzones abajo porque el Gobierno corrió demasiados riesgos con las rebajas tributarias a las empresas. Fue esa una operación fracasada en otras latitudes. Pero ahora, para los desafíos de la pandemia, la situación de la hacienda pública es extremadamente frágil.

En lo político, el panorama posvirus puede verse seriamente alterado. Aun en el 2022, aunque ya hayamos pasado de pandemia a endemia, los desarreglos estarán en su furor. Es el momento de la sensatez. Desechar los extremismos es imperativo para generar una gran masa genuinamente democrática que evite aventuras alocadas.

El estado de emergencia decretado por el Gobierno Nacional era una necesidad. No solo respecto de medidas que hay que tomar para apagar el incendio, sino en sus consecuencias económicas y sociales. Hay situaciones presupuestales, subsidios, quitas a las deudas, serenidad financiera, apoyo a los más pobres, comportamiento ciudadano y fomento de la solidaridad que requieren una legalidad nueva y específica. También hay que buscar que no se bloquee el sistema de pesos y contrapesos. La función legislativa se puede mantener en forma virtual. La Constitución permite el cambio de sede del Congreso. La idea se relacionaba con motines y guerras. Pues ahora se le puede dar un nuevo contenido. Tampoco la justicia puede parar, al menos en lo más urgente. Pero se requiere audacia. Los sectores menos afectados tienen que tributar más como acto de solidaridad colectiva. Discusiones sobre el manejo de la deuda externa son ahora urgentes. El papel del lucro en el sistema de salud tiene que ser revisado. Lo necesario es dejar el lastre de las inequidades, intensificar la solidaridad y aguantar. Pasarán dos o tres generaciones para recuperarnos. Pero se trata de corregir fallas profundas, no simplemente de sobreaguar.

No es descabellado, entonces, que echemos una mirada al futuro. La política tiene que ver con el virus, en tanto que tiene que ver con la salud, en tanto que tiene que ver con la vida, en tanto que tiene que ver con la muerte. El riesgo es pasar de la política a la propaganda, y de esta al delirio. La fiesta brava, por fortuna en vía de extinción, tiene una característica: cada espectador pretende saber más que el torero. Cuando se desestima la ciencia, el espectáculo se convierte en una corrida. Algo de eso nos está pasando. Solo que en frente de la tragedia resolvimos montar una corrida bufa. Que el virus lo inventaron los gringos para acabar con China. O que es cosa de ricos para acabar con los pobres.

Superar ya las desavenencias entre funcionarios. Recoger lo mejor de la ciencia así no haya conclusiones finales. Reparar la capa más profunda de la comunidad humana. Para que no solo existamos como personas sino como sociedad.

Coda. Excusas por haber minimizado el virus en un tuit. Pero algo de ese mensaje es válido: esta crisis no puede ocultar causas de muerte crónicas, en especial aquellas que son producto de la violencia. Líderes sociales siguen cayendo. No podemos olvidarlos bajo el manto de la pandemia.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar