Diálogo y pacto

Santiago Montenegro
19 de agosto de 2018 - 07:37 p. m.

Son aún pocos los días que lleva el presidente Duque como jefe de Estado, pero ya es posible ver un talante y unos principios que es preciso resaltar.

En primer lugar, la importancia y la ponderación que el presidente le da a la historia para evaluar el presente y para proyectar el futuro. Al recordar que el próximo año estaremos celebrando dos siglos de la Batalla del Puente de Boyacá, ha resaltado que, si algo sobresale en estos 200 años de vida política independiente, es la resiliencia de nuestro país, su capacidad de recuperarse frente a tantas adversidades. Tiene toda la razón. Cuando se mira a Colombia en el tiempo, asombra que, en medio de una de las geografías más quebradas del planeta, nuestros mayores hayan podido levantar ciudades, sembrar en las laderas de nuestras cordilleras, elegir como gobernantes a civiles que han hecho un uso limitado del poder y, con todas sus imperfecciones, mantener una de las tradiciones electorales más largas del planeta. Asombra que nuestras instituciones republicanas hayan evitado las dictaduras y el caudillismo que han tenido tanta tierra fértil en el hemisferio. Admira que ellas hayan sobrevivido a cuatro décadas de cultivos ilícitos y narcotráfico, que han financiado a guerrillas y a paramilitares, que han asesinado a miembros de la Fuerza Pública, a jueces, a líderes sociales y a algunas de los más grandes de nuestras promesas políticas. Pasma que, en medio de tantas dificultades, el país cuente hoy con una gran base productiva, con una amplia clase media, que haya reducido la pobreza y extendido la esperanza de vida al nacer.

Pero, al hacer el balance de nuestro pasado, el presidente Duque mira no sólo el activo de dicho balance, sino también su pasivo. Y, con mucha razón, encuentra que un problema del país, quizás el más grande, es la informalidad de su economía y, en particular, del mercado laboral, que asciende a un 63 % de los 22 millones de trabajadores. Esa informalidad es la principal causa de la desigualdad, un obstáculo para la expansión y el financiamiento de la seguridad social, y también la causa de la bajísima base fiscal, que a duras penas recauda en impuestos un 14 % del PIB.

Para enfrentar y encontrar soluciones a este y otros problemas, el presidente ha planteado un pacto nacional en un diálogo que ya ha comenzado a establecer con todos los sectores y regiones. El pasado fin de semana, por ejemplo, habló primero en Cartagena con los representantes de las empresas más formales y grandes del país, y al día siguiente asistió a su segundo taller Construyendo País, en el municipio de La Unión (Valle). Mientras los trabajadores de las empresas afiliadas a los gremios que asistieron a Cartagena ganan, en promedio, muy por encima del salario mínimo, la mayoría de los asistentes al taller de La Unión difícilmente lo reciben, y seguramente hacen parte de los 11 millones de trabajadores que ganan menos de un mínimo y son en su mayoría informales. Esos son dos de los muchos países que el presidente quiere que se encuentren, que dialoguen y que alcancen unos acuerdos básicos para formalizar la economía, para reducir la inequidad, para inducir el emprendimiento, consolidar la legalidad y erradicar la corrupción. No será fácil, pero tenemos que apoyar al presidente Duque en ese diálogo para alcanzar unos acuerdos que tanto necesitamos.

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