La más reciente actualización del Diccionario de la lengua española (DLE), presentada por la RAE el pasado 24 de noviembre, agrega palabras y acepciones relacionadas con la salud, la gastronomía y la tecnología, entre otros campos.
En un año marcado por el coronavirus, no sorprende que muchos de los nuevos términos estén relacionados con la pandemia. Entró, por supuesto, «coronavirus». También lo hizo «COVID», ambiguo en cuanto al género, es decir, «la COVID» o «el COVID» son expresiones igualmente válidas. Llama la atención el hecho de que haya ingresado en mayúsculas, lo que permitiría pronunciarlo como «cóvid» o como «covid», pues los acrónimos en mayúsculas no llevan tilde; sin embargo, la RAE recomienda pronunciar [kobíd]. Además, la inclusión en mayúsculas significa que, según los académicos, el proceso de incorporación de este vocablo a nuestro léxico (lexicalización) no se ha completado aún, como sí ha ocurrido con muchos otros acrónimos («láser», «radar», «ovni»).
La voz «provida» también se añadió al DLE: «Que se opone al aborto inducido, a la investigación con embriones humanos y a la eutanasia». Por un lado, es cierto que este es un uso frecuente en español. Sin embargo, hay una parte de la sociedad que se resiste y que, en contraposición, prefiere términos como «antiderechos». La incorporación parece haber desestimado los disensos que hay alrededor de un asunto tan sensible.
Hasta aquí me he referido solo a tres de las más de 2500 novedades del DLE, ya disponibles en la edición digital. Debido a que el Diccionario es probablemente el principal repertorio de palabras de nuestra lengua, creo que su actualización amerita atención y análisis.