Divididos, gana el virus

Luis Carvajal Basto
27 de abril de 2020 - 05:00 a. m.

“Este virus es peligroso. Explota grietas entre nosotros cuando tenemos diferencias”. La frase no es de un político, es de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para referirse a un desafío médico y científico convertido también en el mayor problema político de nuestro tiempo, frente al cual se presentan, en todos los países, múltiples diferencias de enfoques e intereses que debemos tramitar con los elementos legales y los recursos disponibles y no con los que deberíamos, supuestamente, tener.

Grietas y pugnas políticas hemos observado en España, Italia y Estados Unidos en la forma de enfrentamientos entre gobiernos nacionales y locales. En Estados Unidos, en plena campaña presidencial, han sido más notorias generando choques con los gobernadores que han promovido el aislamiento, mientras el presidente defiende la apertura al punto de que el gobernador de Illinois, JB Pritzker, alertó sobre el presidente Trump: “Está fomentando la protesta y, odio decir, eso está fomentando algo de violencia, y estoy muy preocupado por lo que eso podría significar para el país si sigue haciendo cosas así".

Vale recordar que esos mismos países “divididos” se convirtieron en epicentro de la pandemia luego de que China, un gobierno autoritario, lograra controlarla. Acerca de la necesaria unidad para combatirla en democracia podemos observar lo ocurrido en Alemania, país que empieza, sin tantas víctimas, a neutralizar sus efectos. No parece que en Colombia se necesitaran más lecciones.

Con el virus tenemos suficiente, como para buscar, o promover, problemas entre los diferentes niveles de gobierno: se trata de un enemigo invisible que se esconde y transforma; es condenadamente inteligente y muy letal. No necesita ayuda de malos políticos en su tarea de ocasionar catástrofes. El país, en un momento de gran dificultad, necesita un liderazgo propositivo y constructivo que esperamos de los mandatarios regionales y locales, pero también del congreso, lejos de la minucia de la mala política y con una buena dosis de generosidad y grandeza.

A este punto extrañamos voces, desde la política, que ayuden a una mejor utilización de los escasos recursos disponibles para responder a una enfermedad ante la que nos encontrábamos, como casi todos los países, inermes. Tampoco se escuchan propuestas para garantizar oportunamente a los colombianos el acceso a una vacuna que será muy demandada y escasa y que, muy probablemente, estará disponible en unos meses. Es lamentable observar, en circunstancias como la que afrontamos, reclamos que solo persiguen protagonismo y réditos personales y efímeros.

Por ello llama la atención el soterrado contrapunteo que le ha propuesto la alcaldesa de Bogotá al presidente, quien ha ejercido un liderazgo tranquilo pero hasta ahora eficiente, como lo hizo inicialmente Claudia López, al señalar el problema generado en el aeropuerto y tomar la iniciativa del primer enclaustramiento que todos agradecimos. Esa tónica debe mantenerse e incluir a todos los gobernadores y alcaldes, quienes deben reconocer que siendo iguales todos los ciudadanos ante la Ley es el presidente quien tiene autoridad para impartir órdenes determinantes en última instancia. No se trata solamente de su claro mandato legal, es lo que nos conviene. Aún si tenemos diferencias de conceptos conviene asesorarlo, informarlo y rodearlo.

Cerrada esa discusión debemos considerar razones esgrimidas por la alcaldesa que deben ser tomadas muy en serio: el confinamiento es la única herramienta eficiente de la cual disponemos y su levantamiento antes de tiempo puede tener graves consecuencias. Una mirada a la pandemia de 1918 en Estados Unidos, traída a cuenta por National Geographic, es una dura lección y sirve como advertencia: “en 1918, según los estudios, la clave para aplanar la curva fue el distanciamiento social. Los estudios llegaron a otra conclusión importante: que las medidas de intervención levantadas demasiado pronto podrían provocar una recaída en una ciudad estabilizada. San Luis, por ejemplo, estaba tan envalentonado por su baja tasa de mortalidad que la ciudad levantó las restricciones a las reuniones públicas menos de dos meses después del comienzo del brote. Una erupción de nuevos casos pronto siguió. De las ciudades que mantuvieron las intervenciones en su lugar, ninguna experimentó una segunda ola de altas tasas de mortalidad”.

Nadie sabe si las medidas para reabrir de manera inteligente la economía puedan garantizar su desempeño, pero el país necesita funcionar a un nivel básico. Aislamiento inteligente puede significar financiar elementos de transporte más seguros, motos y bicicletas, o cofinanciar, como propone Fenalco, salarios en el sector comercio en el que, de lo contrario, se podría generar una inmensa e inevitable ola de despidos. No es sensato tratar de contener al virus como si nada ocurriera.

@herejesyluis

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