División de clases y lucha de clases

Arturo Guerrero
02 de marzo de 2018 - 03:00 a. m.

La división de clases sociales es un diagnóstico, una comprobación histórica. La lucha de clases, en cambio, es un método, un intento drástico de resolver esa división concebida como irreconciliable.

En el Manifiesto comunista de 1848, Marx y Engels escribieron en piedra esta constante de la humanidad: “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”. El problema es que mezclaron en la misma batea los términos división y lucha.

A causa de este revoltijo el mundo lleva más de siglo y medio guerreando para que los pobres dejen de ser pobres y los ricos reconozcan el origen espurio de sus fortunas.

El marxismo sacralizó el siguiente principio filosófico del cual deriva esta confusión: las contradicciones antagónicas solo se resuelven de manera antagónica. En él se funden el diagnóstico y la receta, como si fueran la misma cosa.

No hay que ser muy sabio para darse cuenta de que los hombres no nacen iguales en coeficiente intelectual, habilidades, pasiones que los mueven, fuerza física. Estas diferencias básicas traen consigo múltiples visiones de la vida, del trabajo, de la economía. Así se llega a la clasificación de las personas como prácticas o soñadoras, productivas o contemplativas, inteligentes o intuitivas.

Lo que ocurre en la dimensión individual se refleja en los esquemas sociales. En este caso en la división de clases como fenómeno inevitable de las sociedades. Ahora bien, esta comprobación no llevaría por fuerza a establecer la dominación de unos individuos sobre otros ni de unas clases sociales sobre las demás.

El aprovechamiento inicuo de la fuerza de trabajo de muchos por parte de una clase opresora es un dato duro, también denunciado tras un recuento histórico por el Manifiesto: “Todas las sociedades anteriores han descansado en el antagonismo entre clases opresoras y oprimidas”. 

Dato duro, pero no fatalidad. Está bien, el transcurso de los siglos ha sido terrible, un baño de sangres, un asesinato sostenido a golpe de hambre. El apetito de poder, riqueza y fama ha desatado a los demonios interiores de los privilegiados. Pero la plana podría haber sido diferente. Una sensatez inédita no es forzosamente quimérica, tal vez no le ha llegado su tiempo. Algún día sucederá por primera vez.

Además, aquel dato duro de la división de clases no puede presentarse como superable de una única forma, la forma del antagonismo, de la destrucción del contrario. En este punto la teoría imparte bendición a la lucha de clases, a las diversas formas de esta lucha incluida la armada. Y al hacerlo enmaraña el diagnóstico con el método.

El colapso del comunismo en Europa oriental a fines del XX, la conversión de Vladimir Putin de jefe del espionaje soviético a nuevo zar con bombas nucleares, el marchitamiento de las guerrillas revolucionarias en todas las latitudes son patentes del fracaso de un antagonismo tramitado con antagonismo.

Estas podrían ser lecciones teóricas para el mundo, provenientes de Colombia y de su reciente acuerdo de paz con la mayor facción practicante de la forma más elevada de lucha.

arturoguerreror@gmail.com

 

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