Donald está desesperado

Columnista invitado EE
06 de octubre de 2019 - 05:00 a. m.

Por Charles M. Blow
El miércoles observé cómo Donald Trump, sentado en el Despacho Oval junto al presidente de Finlandia, atendía las preguntas de los reporteros en lo que solo puede describirse como los desvaríos de un hombre desesperado que por momentos perdía el control y despotricaba.

Durante los últimos años, y en especial desde que concluyó la investigación de Mueller, me he acostumbrado a que Trump profiera sus insultos, descargue sus ataques y vomite sus mentiras con una arrogante petulancia.

Pero esto no fue lo mismo. Lo que vi el miércoles fue un enojo motivado por un pánico colosal.

También en otra conferencia con el presidente finlandés, Trump repitió su asombroso espectáculo, en el que divagaba, despotricaba, evadía preguntas y desviaba la atención. Y, desde luego, mentía.

Donald Trump está asustado. Además, está enfurecido por eso. Y su único impulso es pelear como un ente que está cerca de la muerte: con todo lo que tiene y con todos los medios necesarios.

Trump está en pie de guerra contra todo lo que lo amenace. Ahora, el denunciante es el “#DenuncianteFalso” al que desea identificar y “entrevistar”. Cualquiera que hable con el denunciante es “casi un espía”, y Trump dijo: “Ya saben lo que hacíamos en los viejos tiempos cuando éramos inteligentes respecto de los espías y los traidores, ¿verdad? Los tratábamos un poco diferente a como los tratamos ahora”.

Insinuó que Adam Schiff es un delincuente e incluso un traidor. Ha calificado como un “golpe de Estado” el procedimiento de juicio político o “impeachment”. También ha citado a una persona que dijo que destituirlo de su cargo “provocará una fractura parecida a la Guerra Civil en este país, de la cual nunca nos recuperaremos”.

Esto no terminará bien. No hay nada que Trump deteste más, y a lo que le tema más, que ser avergonzado y castigado públicamente. Siempre ha creído que podría controlar cualquier historia aun cuando no pudiera controlar los hechos. Los hechos en realidad no le importan a este hombre.

No obstante, el proceso del juicio político está más allá de su control. No puede intimidar a nadie para librarse de eso. No puede decir mentiras para salvarse. Está ocurriendo. Si se interpone de alguna manera, eso podría añadirse a otras posibles causas de destitución. Los muros se le están cerrando y sus opciones para evitar esa situación son casi inexistentes.

La presidencia tiene muchos poderes, asombrosos poderes, pero el Congreso también los tiene, y el juicio político es uno de ellos. Es probable que Trump se convierta en el tercer presidente en ser enjuiciado y el primero en serlo debido a sus tratos con un gobierno extranjero, una de las situaciones que los redactores de la Constitución más temían.

Esto es espantoso para Trump, un hombre que ha diseñado toda su presidencia con el fin de reprender a su antecesor, Barack Obama, y competir contra él. No solo no ganará un Premio Nobel de la Paz, sino que Estados Unidos le otorgará la insignia del deshonor. El presidente negro que se caracterizó por su decencia apaleará al presidente que encarnó la supremacía blanca.

Sin duda alguna, esta situación está llevando a Trump al borde del desastre.

Hará cualquier cosa para evitarlo, pero quizás eso esté fuera de su control. Se ha interpuesto la demanda del denunciante y su credibilidad se ha visto reforzada por las propias declaraciones de Trump, el borrador de la transcripción que emitió la Casa Blanca y las constataciones de la Casa Blanca.

Por supuesto que hay otras cosas que queremos y necesitamos saber, puesto que es muy probable que existan otros abusos de poder que aún no conocemos. Pero ya se ha establecido el fundamento para al menos una causa de juicio político: el abuso de poder. La Cámara de Representantes podría votar sobre ese tema en cualquier momento que lo desee.

De hecho, paradójicamente, cuanto más tiempo alarguen los demócratas la investigación para fortalecer sus argumentos, más tiempo tendrá Trump para enturbiar las aguas con mentiras y conspiraciones, tal vez debilitando esos argumentos, al menos frente a la población.

Debemos recordar que Trump no es un político que haya entrado a escena con un profundo deseo de servir, ni que valorara la historia, las costumbres y las instituciones del país.

Trump contendió a la presidencia como un ejercicio de autoadulación y para impulsar su marca personal. Su victoria fue una sorpresa, incluso para él. Así que no debemos esperar que se comporte como un patriota cuando está siendo castigado.

Trump destruirá el templo antes de permitir que lo expulsen de él.

(c) The New York Times.

 

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