Donde hubo fuego...

Antonio Casale
04 de mayo de 2018 - 03:14 a. m.

“No celebré mi gol por los tres años que estuve en el Madrid”, dijo James para explicar la razón por la cual no festejó el tanto que marcó el martes en Champions contra su ex equipo, el Real Madrid. Es una decisión personal y por eso es respetable, lo cual no quiere decir que no pueda ser discutible.

Por un lado es bonito que demuestre su caballerosidad. Cualquier otro tendría sangre en el ojo después de la ninguneada de Zidane. Pero una cosa es Zidane y otra el madridismo. El primero hizo lo que consideró correcto y eso lo comprendió el cucuteño. Pero James se abstuvo de celebrar por gratitud a lo segundo. Siempre fue querido por la grada y el entorno merengue. No era para menos, pues siempre fue una buena persona y un buen jugador que entregó todo por esa camiseta. Alguno preguntará por qué el gol de Kimmich en Múnich lo celebró a rabiar, James dirá que fue un tanto de su equipo más no de él ni en la casa blanca. En todos estos sentidos tiene razón.

Pero por el otro lado está su actualidad. El Bayern Múnich no solamente es el equipo que le paga y al que se debe, sino al que le dio la oportunidad de seguir siendo un jugador valorado como uno de los mejores del mundo. Su afición también le profesa cariño en contraprestación por su indiscutible entrega y talento en la cancha y fuera de ella. Esperarían los bávaros que lo hubiera celebrado con los que hoy son los suyos. No les importaría que no se lo restregara a la afición del Madrid ni mucho menos, pero sí que lo celebrara como lo que es hoy, un jugador del Bayern.

Lo que es evidente, y también respetable, es que la tusa por el final de la historia en la casa blanca, o no se ha ido, o volvió con su regreso al Bernabéu. No es para menos, el entorno antes del juego, como sucede en estas instancias, es especial. Volver vestido de enemigo no es fácil.

No se nos puede olvidar que James sigue siendo un joven de 26 años al que le falta, como a todos los de su edad, madurar en muchos aspectos. James es valorado en un club tan grande como el Madrid, es titular casi siempre en una plantilla tan difícil como la de su ex equipo para abrirse un lugar y lo adoran en un país menos escandaloso, más tranquilo, más organizado y silencioso. Cambió la dulzaina y el arrabal por la música clásica. Eso tiene sus más y sus menos.

Dicen que donde hubo fuego cenizas quedan, pero es sano que James les eche tierrita a esas pequeñas luces que aún quedan encendidas tras ese conflictivo romance con el Madrid. Hizo lo que sintió y no se puede juzgar algo tan íntimo, tan salido de su corazón, pero ya tiene un nuevo hogar que merece que le den el lugar que tiene en tiempo presente. Si yo fuera hincha del Bayern me hubiera sentido mal. Por fortuna los alemanes no son tan sentimentales.

 

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