Dos cartas de los lectores

Cartas de los lectores
17 de mayo de 2018 - 04:00 a. m.

El abuso de la palabra cáncer

Por enésima vez, uno de tantos comentarios cotidianos en sus páginas editoriales se refiere a la corrupción como “el cáncer que corroe a Colombia”. Siendo el español un idioma absolutamente pródigo en palabras, muchos comentaristas de prensa, hablada y escrita, se han empecinado en utilizar ciertas expresiones en aparente búsqueda de un impacto superior, como si con ello se realzara la importancia de sus planteamientos, sin importar los sensibles efectos negativos causados en la órbita emocional de familias y pacientes de cáncer, que viven la ilusión de asumirlo como un problema de salud ciertamente delicado, pero en gran medida prevenible y tantas veces superable, apoyados en los avances de la ciencia, en los mensajes de aliento de los médicos, pero también en el imponderable valor de la esperanza, la fortaleza espiritual y una disposición anímica constructiva, positiva. No debe ser mayor el esfuerzo esperado de sus comentaristas para que puedan distinguir que la corrupción es una tragedia, una calamidad, un infortunio, una desdicha, un desastre, una desgracia que corroe. El cáncer es otra cosa. Unas breves lecciones de semiótica bastan para entenderlo. Ojalá los editores de El Espectador puedan corregirlo, como pudieron hacerlo, sin éxito a la fecha, con el clamor de las comunidades negras que han luchado por liberar el color de su raza con todo lo que resulte fatal, pernicioso o negativo, porque la ligereza en el lenguaje no ha permitido que comentaristas y escritores entiendan que hablar de “negra suerte” o “negro destino” arrastra consigo el irrespeto del que nadie, excepto los afectados, parece tener en cuenta.

Ómar Raúl Martínez Guerra.

Sobre el aborto

El aborto es un asesinato cruel contra el ser más indefenso de la naturaleza. Desde el momento que se concibe es un ser vivo y una persona con individualidad distinta de la madre. El aborto no debió dejar de ser un delito por ninguna causal y menos argumentando el poder de decidir sobre su cuerpo, cuando el cuerpo del bebé no hace parte de ella, ya que es un ser distinto y completamente individual, donde en muchos casos ni siquiera el mismo tipo de sangre se comparte. Llamar a un asesinato una “interrupción” está mal, pues cuando algo es interrumpido conlleva que después se reanudará, y eso no pasa en el caso del aborto. El aborto es el acto más cruel y despiadado que la humanidad ha podido practicar, un sistema de descarte de una vida única e irrepetible que no puede defenderse de quienes lo atacan por conveniencia.

Hoy se rasgan las vestiduras defendiendo penalizar y sancionar el feminicidio y esas mismas mujeres justifican matar a sus hijas en el vientre.

Disponer de la vida de otro ser humano nunca será un derecho, y así las leyes cambien lo verdadero prevalecerá.

Pilar P.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar