Dos miradas sobre la mujer

Beatriz Vanegas Athías
02 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

Me detuve a mirar con pausa y curiosidad el debate que se desarrolló el sábado 22 de septiembre sobre el rol de la mujer en  Ideas al Barrio, espacio cultural en el que los bogotanos y todo aquel que se encontrara en la capital, podía disfrutar de diferentes espacios creativos, y que contó con la participación de dos importantes mujeres: Alejandra Borrero y Amparo Grisales y fue moderado por la periodista Eva Rey.

Una primera idea que me surge de la lectura de este evento es que invitar a estas dos mujeres tan queridas para generaciones de colombianos formados sentimentalmente por las telenovelas en las que ellas han sido íconos, es una gran responsabilidad para ellas mismas pues sus posiciones respecto al tema central ( “Me Too”-Yo también) tienen resonancia en los actuales momentos en los que el feminismo intenta aclarar para el ciudadano de a pie (que no lee, por ejemplo, columnas como esta) sus posiciones y derroteros.

Por ello dio grima ver las actitudes poco fundamentadas e inauténticas de Amparo Grisales quien se posicionó como receptora y defensora de comportamientos que debe ofrecer la mujer porque el patriarca así lo exige: ser femenina, bonita, agradecer el piropo. A quien escuchamos fue a una mujer posuda, que así como expresaba un prejuicio, lo ratificaba al calor de los aplausos como si estuviera en una contienda: Un mar de contradicciones esta actriz que ha dado muestras de independencia, inteligencia y disciplina para mantener una salud y figuras dignas de admiración. Así, cuando se ausentan los argumentos, sobrevienen los insultos y entonces la destinataria de sus incongruencias de niña malvada y machista fue la también actriz Alejandra Borrero. Para Amparo, las feministas odian a los hombres y todas las mujeres maltratadas por ellos terminan “rayadas” o “se vuelven lesbianas”.

Fue este un espectáculo (eran dos actrices finalmente) deprimente. Alejandra Borrero bien puesta (a pesar del insulto) intentando no desviar el debate, tratando de que Amparo Grisales resolviera sus contradicciones y esgrimiera un argumento de autoridad, pero no, aquello no fue posible. En cambio sí pudo presenciarse a una figura como la actriz Grisales perpetuando imaginarios tan en desuso como ese de que se puede ser gay o lesbiana, trans, trasvestido…no importa, ella tiene muchos amigos así, adorables, pero paradójicamente los adora tanto que cree “que se rayan” como si la orientación sexual fuera una enfermedad de la que tendrían que rehabilitarse.

La puesta en escena de Amparo Grisales fue además,  irresponsable y mezquina, por su narcisismo desmedido. “A mí no me ha pasado”; “Yo no me he dejado”; “Yo he hecho lo que  he querido”. En tanto que Alejandra Borrero partía de sí para hacer resonancia en las miles de mujeres subyugadas, irrespetadas, violentadas y discriminadas y hacía saber a su interlocutora que justamente decidir y ser autónoma como ellas han logrado ser, es una de las luchas de la mujer en el marco del ideario feminista: decidir qué hacer con su cuerpo, qué orientación sexual tener, sentirse segura al caminar por la calle, escoger dónde trabajar. Condiciones estas que no incumben sólo al feminismo sino a los derechos humanos fundamentales.

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