¡Dos muelas cordales!

Aura Lucía Mera
29 de mayo de 2018 - 03:00 a. m.

Recuerdo, al anochecer de este domingo, cuando los resultados parecen confirmar que la segunda vuelta electoral será entre Iván Duque y Gustavo Petro, un refrán que me repetía mi papá cuando me sugería que no entrara en ninguna pelea o confrontación de la cual no ganaría nada ni solucionaría la disputa.

“Entre dos muelas cordales nunca meta sus dedos pulgares”. Desde hace meses me repito a mí misma, con convicción y conciencia, que jamás votaré por Iván Duque, ni por Gustavo Petro. Seguiré mi conciencia, pues no puedo traicionarme a mí misma, y ya decidí que en la segunda vuelta mi voto será en blanco, o no asistiré a las urnas.

No apoyaré a Iván Duque por todo lo que le rodea: Uribe, Ordóñez, Viviane, Popeye, etc... No apoyaré el populismo errático de Gustavo Petro. No caeré en ninguno de los dos abismos que enfrentan a Colombia. Seguiré caminando al filo de la navaja, por mi sendero estrecho, pedregoso y nublado... En el único que creo. El que al final mostrará un nuevo horizonte y un nuevo amanecer.

Ganó la polarización. Más aún. Se acentuó. De esto no saldrá nada nuevo, gane el que gane en junio. Desgraciadamente, Colombia lo prefirió así, descartando una posibilidad seria de centro, que hubiera allanado muchos obstáculos en el arduo camino por la reconciliación y un país diferente. Acepto los resultados, pero me duele el alma. Dolor de patria. Lo confieso sin rubor.

Sigo pensando que fue una canallada la jugarreta de César Gaviria contra Humberto de la Calle, que hubiera sido el presidente ideal para este cuatrienio de transición. Hombre con una hoja de vida impoluta. Estadista. Honesto. Intachable. Lo volvió trizas su “jefe”. El jefe de un partido que hace muchísimos años perdió su rumbo, su ideología y su brújula y se convirtió en una colcha de retazos de politiqueros ambiciosos de poder y de chanfainas.

Me duele Sergio Fajardo, el profesor. Con ideas innovadoras y símbolo de aires nuevos y caras nuevas no ensuciadas ni manoseadas por los caciquismos ni las roscas. Casi llega. Pero le faltó el centavo pal peso, como se dice coloquialmente.

Germán Vargas Lleras, por el cual deposité mi voto de confianza, pues veo en él al líder con carácter, preparado para manejar este país de cafres, se vio diluido por la polarización, y sus propuestas, serias y factibles, quedaron flotando en el vacío. Su fuerza se esfumó. Lo siento por Colombia.

Como afirmamos en cada reunión de alcohólicos anónimos, le pido a mi poder superior que me dé la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar y el valor para cambiar lo que sí puedo. Seguiré mi camino, trabajando en silencio por una mayor equidad social, por la reconciliación, por poner mi granito de arena desinteresado en el camino de la paz, y en voltear esta página dolorosa e incierta.

Seguiré con mis columnas de opinión diciendo lo que pienso sin cortapisas y agradeciendo todos los días el regalo de la vida, mis 24 horas, mi amor incondicional por mi familia y mis amistades, procurando que todos los que me rodean tengan una vida digna y con oportunidades. Espero no ver de nuevo la sangre de mis hermanos de patria tiñendo ríos, ni heridos en hospitales militares, ni desplazados amenazados, ni falsos positivos, ni ninguna de las atrocidades que han enfermado nuestras mentes desde hace más de medio siglo.

La ruleta rusa se puso a girar... ¡Espero que el ganador la pueda controlar!

Gracias, Humberto de la Calle. Gracias, Sergio Fajardo. Gracias, Germán Vargas. Colombia escogió seguir tirando de los dos extremos. ¡Que Dios reparta suerte!

P.D. Un buen libro y una buena serie de Netflix. ¡Ejercicio diario, honestidad y gratitud nos ayudarán a los que creímos posibles otros horizontes a sanar esta enorme decepción!

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar