JOVEN SOACHUNO: Fresca mamá. Dicen que dan empleo aunque uno no sea bachiller. Creo que es para cuidar fincas. Ayer se llevaron a tres parceros y parece que ya están trabajando.
LA MADRE: Mi hijo tenía 21 años. Me dijo que apenas empezara a trabajar validaría el bachillerato. Quería ajuiciarse y los hijos de puta se aprovecharon de eso. Le pidió prestado las tenis al hermano para ir bien presentado a la cita que el tal delegado del ejército les puso por allá en la loma. Eso me dio mala espina. ¿Por qué no los recogieron en la plaza?
Pasados tres días sin saber de él, me empezó la angustia, una opresión en el pecho me avisaba algo muy malo.
Tres meses anduve del timbo al tambo con una foto de mi pelao. En el distrito militar número 2 de Bogotá, el sargento mayor Raúl Casadiego me informó que mi hijo fue sacado de una fosa común en Convención Norte de Santander y que me llevarían a medicina legal de Ocaña para el reconocimiento. En la morgue me mostraron sus despojos, vestido con prendas de guerrillero. Me mostraron fotos del día en que le dieron de baja, tendido en una carretera con un rifle en la mano derecha. Malparidos imbéciles, ni supieron que mi hijo era zurdo, que no usaba la derecha ni para saludar.
SOLDADO RASO: Por buen comportamiento, tres fuimos seleccionados para una misión especial, secreta y remunerada. En dos horas de inducción el cabo primero nos enseñó como debíamos proceder. Nos dijo que los cinco cachaquitos eran miembros clandestinos de la guerrilla de Sumapaz, que habían capturado con engañifas para no alarmar la población, que les hiciéramos creer que los llevaríamos a una finca, que montáramos las armas con sigilo, que avanzáramos tras ellos sin entrar en confianza y que monte a dentro, le disparáramos un solo tiro certero a la cabeza, para rematarlos debían estar vestidos con los camuflados y las pantaneras que guardaba mis
en el morral. Esa parte fue la cagada, sobre todo porque al man que me tocó vestir las botas pantaneras no le entraban; ahí sí sentí remordimiento.
SARGENTO: Mi mayor me exigía que hiciera un registro fotográfico de los positivos. Llegaba con dos cabos y dos dragoneantes de mi confianza, les poníamos armas a los cadáveres y los disponíamos de modo que se vieran claramente que fueron dados de baja en combate. Tomar buenas fotografías me aseguraba el incentivo.
TENIENTE: Mis superiores se mostraban contentos con la operación. La estrategia de los bandidos era usar milicianos jóvenes camuflados entre la población, eran sus informantes o mulas traficantes de armas y droga. Me sentía orgulloso de estar desmantelando comandos clandestinos de la guerrilla. Tanta confianza me tenía mi teniente Castellanos que me daba el presupuesto en efectivo para que lo manejara a mi antojo. Cuando en diez operativos logré 38 positivos, me aseguró que mi ascenso sería un hecho.
CORONEL: En 2007 mi General comandante del Ejército Nacional, nos advirtió que la Seguridad Democrática emprendida por el presidente exigía resultados que infundieran la confianza ciudadana en el Ejército. Pero también sabía que para derrotar a un enemigo irregular se requerían estrategias no convencionales. En ese sentido, diseñamos un programa de estímulos a nuestros militares, para que pusieran todo su empeño en ganar esta guerra desigual. Procedimos según los Protocolos de Ginebra y Acuerdos de la Haya, respetando códigos de derechos humanos en combate, pero sin darle ventaja a la guerra tramposa de los bandidos. Exigí a todos los frentes resultados veraces, comprobables por la opinión pública y por veedores internacionales.
PRESIDENTE: La historia me ha enseñado que la paz en Colombia se logrará cuando derrotando en combate a los guerrilleros terroristas y narcotraficantes. Como Comandante General de las fuerzas armadas, era mi deber comprometer a toda la escala de rangos de la comunidad militar con la Seguridad Democrática. Aumenté el presupuesto a las Fuerzas armadas, a todo nivel mejoré las condiciones de los soldados de la patria y así mismo exigí combatir sin tregua a los criminales que por décadas han desgraciado la nación.
MAGISTRADA: Investigaciones de la Comisión de la Verdad, cotejadas con las realizadas por Organizaciones defensoras de Derechos Humanos, demuestran que las ejecuciones extrajudiciales cometidas por el Ejército entre los años 2006 y 2010, también denominadas “Falsos Positivos” fueron 6240.
MAGNATE: Empresarios e industriales nacionales y extranjeros reconocemos que en la primeras décadas de este siglo, gracias a la Seguridad Democrática cumplida por el gobierno de entonces, recuperamos la confianza inversionista. No es justo desvirtuar lo que se logró en desarrollo en convivencia y en tranquilidad por algunos actos excesivos que cometió el ejército para derrotar a las bandidos armados, terroristas sin ética militar.
HUMANISTA: Los miles de asesinatos de jóvenes civiles cometidos por el Ejército colombiano, presentándolos como guerrilleros dados de baja en combate, construyen el mayor crimen de lesa humanidad cometido en este siglo. La negligencia de la justicia colombiana para priorizar el castigo a todos los implicados en este neo holocausto es la oficialización de una diabólica impunidad.