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Drogas

Julián López de Mesa Samudio
15 de julio de 2015 - 09:04 p. m.

EL DEBATE ACERCA DE LAS DROGAS está regido por la hipocresía.

Es inaudito que una droga psiquiátrica con efectos tan dramáticos en el carácter y la vida de una persona como la fluoxetina (el equivalente genérico del Prozac), una verdadera droga que altera la psiquis, sea vendida a cualquier persona, en cualquier droguería y sin prescripción médica alguna. Mientras que, por otra parte, la regulación de la marihuana, o mejor, de la medicina canábica, se halla en un limbo legal, dejando a miles de pacientes sin la posibilidad de aliviar sus dolencias por el temor a consecuencias legales y a la sanción social.

Es inaceptable que pacientes de VIH, cáncer, artritis o epilepsia, por nombrar tan sólo unas cuantas condiciones tratables con marihuana medicinal, tengan que esconderse en el mejor de los casos — o seguir padeciendo, en el peor—, y los valientes médicos que prescriben se conviertan en parias y perseguidos, acusados de ser charlatanes antiéticos y promotores de la ilegalidad.

Se sabe que las motivaciones que desembocaron en la ilegalidad de ciertas sustancias, en particular de la marihuana, no pasaron por extensas y juiciosas pruebas científicas. Las razones para vetar y perseguir nada tuvieron que ver con la salud. Intereses políticos y apreciaciones raciales y de clase fueron las motivaciones más poderosas de la prohibición durante la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, estas percepciones, prejuicios e intuiciones se fueron solidificando en el imaginario colectivo hasta transformarse en verdades absolutas. Pero las razones del actual statu quo frente al tema no son sólo históricas sino actuales, y hoy en día tienen que ver más con intereses mercantiles que con los efectos y usos de las mismas drogas (el actual saber médico ha ido descubriendo que los efectos de algunas drogas prohibidas no sólo no son del todo negativos, sino que pueden ser incluso positivos como en el caso de la marihuana).

Los cuestionamientos morales que dieron origen a la legislación frente a unas sustancias u otras deben ser reevaluados en Colombia de una manera seria. Idealmente la discusión debe involucrar también a las drogas que actualmente son legales – aquellas que se consideran medicina – en cuanto a la posibilidad y a la forma de acceder a las mismas, pero sobre todo han de discutirse las prácticas comerciales y la responsabilidad moral tanto de las farmacéuticas como de los médicos que entran en las dinámicas, a mi juicio corruptas, de promover marcas, tratamientos y drogas “legales” en contraprestación de jugosas prebendas que las mismas farmacéuticas les entregan a través de sus visitadores médicos.

Para nadie es un secreto que el negocio –legal e ilegal— de las drogas es muy lucrativo y la línea entre lo moralmente aceptable y lo que no lo es, es cada vez más difusa.

El debate acerca de las drogas no es sólo un debate acerca de su legalidad. También ha de ser una reevaluación de la profesión médica y de su orientación en los últimos tiempos. Implica retornar al juramento hipocrático para retomar el rumbo; implica ulteriormente hacer lo correcto para los pacientes por encima de los intereses particulares y el de las compañías farmacéuticas.

 

@Los_Atalayas

Atalaya.espectador@gmail.com

 

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