Duque, Petro y el centro

Alejandro Reyes Posada
17 de junio de 2018 - 02:00 a. m.

Cualquiera que gane hoy las elecciones tendrá que acercarse al centro político si quiere gobernar con alguna probabilidad de éxito. Si es Duque, deberá traicionar a quienes quieren bloquear la implementación del Acuerdo de Paz y abrir el gobierno a la concertación popular, para liderar un cambio social que se volvió inatajable por las presiones de los indignados con la corrupción, los jóvenes, las víctimas, las minorías y los sectores de la periferia excluidos del bienestar. Deberá pasar de ser el que dijo Uribe a ser Iván Duque. Si el ganador es Petro, deberá moderar el ritmo de los cambios prometidos para evitar el colapso de la economía y la parálisis de la inversión privada, y tendrá que dominar su tendencia al autoritarismo para buscar los consensos mínimos con el centro, que fortalezcan la democracia y hagan posible su mandato. Deberá pasar de solista estrella a director del coro.

Esa es la mayor consecuencia del esfuerzo de Fajardo por representar el centro político con la transparencia en el gobierno y la educación como motor del cambio. Y es también el resultado de los apoyos que han reclutado los dos candidatos, Duque con los partidos del establecimiento que se resisten a las reformas y quieren conservar las rentas del poder y Petro con quienes se identifican con las reformas para consolidar la paz. Ni Duque es el regreso a la guerra ni Petro es la lucha de clases patrocinada desde el gobierno.

El apoyo creciente a Petro se alimenta en parte del rechazo a Uribe y sus buenos muchachos, pero su caudal principal proviene de haber asumido la vocería de causas profundas de equidad, inclusión y justicia social, que logró plantar en el corazón del debate político como los problemas centrales a resolver: la transición hacia una economía productiva, la defensa del derecho a la diferencia y la conversión a las energías limpias para mitigar el cambio climático, además de la reforma rural integral para integrar la periferia a la modernidad y reducir el latifundismo rentista que bloquea el desarrollo.

La marea de fondo detrás de las elecciones es el descontento popular con el régimen de corrupción que se tomó el poder del Estado y destruyó su eficacia, para proteger a los grandes rentistas de la tierra, los monopolios empresariales y los depredadores de los recursos públicos. El próximo presidente tendrá que reconstruir la capacidad estatal con burocracias bien calificadas y eficientes, para que pueda hacer frente a las tensiones acumuladas, y deberá recobrar la confianza de los ciudadanos en las instituciones y generarlas en la periferia territorial donde el Estado no existe.

Hay dos estrategias para culminar la creación del Estado: la adaptación de las mejores prácticas internacionales, de la mano de misiones de expertos, de arriba hacia abajo, que enfatiza la autoridad, acorde con Duque, o la participación de los ciudadanos para crear y fortalecer las instituciones, de abajo hacia arriba, que son legitimadas por el consenso y el acuerdo, que defiende Petro. Si crecen el descontento y la protesta social, como es previsible al finalizar el conflicto armado, la mejor apuesta que puede hacer el país es elegir a Gustavo Petro, por quien votaré en segunda vuelta después de haberlo hecho por Fajardo en la primera, pues Petro está mejor equipado para comprender las causas profundas del malestar y para concertar las políticas públicas que legitimen el régimen político. La participación, como recordó Dani Rodrick, es una meta-institución para engendrar instituciones legítimas.

alejandroreyesposada.wordpress.com

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