Duque: reformas, meritocracia y corrupción

Columna del lector
15 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

Por Germán Vargas G. 

Cual presidente Maduro, Duque superó sus “encrucijadas”: jugando al policía bueno y malo en la consulta anticorrupción; desestimando la moción de censura al minhacienda, porque Macías relativizó la verdad, justicia y reparación; e incluyendo en su equipo a la polivalente Claudia Ortiz, pese a la polémica generada.

Deporte nacional, hacemos gambeta a las reglas. Verbigracia, emulando la estrategia de “El Gran Colombiano”, la Federación de Fútbol (FCF) recurrió mediante tutela la tarjeta amarilla que le impuso la SIC. De hecho, se reforzó con talentos que ocuparon posiciones de superintendente y magistrado.

Considerando ese antecedente, cuando Claudia López decidió lucir esa camiseta como símbolo de juego limpio, hizo autogol. Sí, votamos como nunca, y perdimos como siempre: alinearon 11 millones de colombianos, pero faltó el apoyo de “la 12”, la barra brava de la otra mitad del país, para superar idéntico guarismo como umbral.

Ahora el balón quedó en la cancha del Congreso, donde resuelven la paradoja “perder es ganar un poco” negociando favores con el Gobierno. Quizá logren una victoria pírrica, “reduciendo la corrupción a sus justas proporciones”; nuestra selección, verbigracia, clasificó a Rusia exhibiendo una conducta antideportiva en Perú.

Dicho mundial oficializó el VAR, intentando minimizar las injusticias causadas por error humano, incompetencia o corrupción. A propósito, ese sistema tiene homónimo en el sector financiero. También un homólogo (SEC), que vela por la “integridad del mercado de valores”: evidente oxímoron, pues apenas amonestó a la calificadora de riesgo Moody’s por las aleves faltas que cometió y causaron esa grave lesión conocida como la Gran Recesión.

Conectando esto con la realidad nacional, el Fifagate es otro ejemplo de la corrupción ONG, que contaminó partidos (políticos), iglesias y agencias humanitarias, concebidas para auxiliar poblaciones vulnerables, cuya miseria resultó ser un negocio financiado por multimillonarias contribuciones estatales.

La competencia salvaje de esas entidades solidarias trajo a mi recuerdo una columna del presidente Duque, “Ser pillo paga” (Portafolio, 11/06/2015), y evocan una serie de preguntas para reflexionar sobre el ideario y las reformas de su gobierno pues, para la derecha, lo que se hace en derecho, no se deshace al derecho.

Si las reelecciones de Presidencia y Procuraduría corrompieron la gestión pública, ¿por qué permitirlas en congresistas o ministros? ¿Debería mandar a Carrasquilla “a la banca”? (las comillas insinúan cambio, no puerta giratoria hacia ese gremio). ¿Por qué permitir a los “ex” de las máximas autoridades en cada rama del poder —presidentes, magistrados, procuradores, contralores y fiscales— reciclarse y saltar de rama? ¿Por qué no reforma las inefectivas y corruptibles “ías”?

¿Por qué en los concursos de méritos no preponderan los candidatos graduados de universidades públicas con excelencia acreditada? ¿El Centro Democrático valida el bachillerato como título doctoral?

Respecto al nombramiento de su recomendada, parafraseo al minagricultura (sic): ¿si alguien no cumple con los requisitos de contratación, no quiere decir que no sea idóneo? Ajustar los pliegos tipo sastre, ¿no es una forma de corrupción?

En Colombia, ¿ser pilo paga?

vargas-german@javeriana.edu.co

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