Duque se reafirma: no a la aventura militar

Luis I. Sandoval M.
02 de octubre de 2018 - 05:00 a. m.

Mi última columna: ¡Bien, Presidente Duque! referida a la postura del gobierno sobre Venezuela descartando la aventura militar causó sorpresa en algunas personas cercanas, lectores y amigos, primero porque no se comparte que realmente el gobierno se sustraiga a este eventual recurso contra el régimen venezolano, se juzga ingenua mi posición; segundo, algunos consideran fuera de lugar que desde la orilla alternativa se reconozca o estimule lo que podría ser un acierto del gobierno al que se hace oposición.  

Cito, con la venia de los lectores, opiniones discrepantes de la mía, aparecidas en los comentarios hechos en la web de El Espectador: “Escribe usted con el deseo señor Sandoval. Espero que al señor presidente no le pase lo que a Faetón, hijo de Helio, que intentó conducir el carro de su padre e incendió la tierra. (Por aquello que usted menciona, "el presidente debe asegurar su capacidad de direccionar el carro gubernamental").  madameclaireco_20526 25/9/2018 - 5:26 pm”.

“Lo felicito por su optimismo... que raya en la ingenuidad. Ojalá el gobierno servil (a los dictados gringos) de Duque sea en realidad un gobierno respetuoso de la legalidad internacional, de la legalidad interna colombiana, y que podamos avanzar hacia una sociedad mejor. Ya se verán los resultados de las gestiones de Duque. Personalmente no soy nada optimista acerca del gobierno actual. Creo que juega a engañar a la opinión pública. Ojalá me equivoque. georgecreek073_98053 25/9/2018 - 10:27 am”.

“Qué pensará el columnista después de la reunión Duque-Trump hoy? Seguirá así de optimista? Acaso tampoco ha visto que salió en defensa de Carrasquilla? Y lo que piensa de las fumigaciones? y sobre la necesidad de modificar el acuerdo de paz?  gustavorivera1061_38673 25/9/2018 - 5:14 pm”.

Queda evidente la discrepancia sobre la lectura de la posición del gobierno en asunto tan delicado y complejo como el de Venezuela. Este espacio de opinión es para abundar con serenidad en los argumentos, no para propiciar encontronazos inconducentes.

El presidente Duque, en entrevista con María Isabel Rueda, en El Tiempo del domingo, reiteró: “Yo no he sido partidario de caer en el juego de un discurso belicista…  Nosotros no estamos en una carrera armamentista con Venezuela, ni estamos cayendo en provocaciones…  Siempre hemos sido un país respetuoso del orden internacional y contamos con la solidaridad de sus aliados en el continente”.

Días antes en el mismo diario y en entrevista con la misma periodista, la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez había expresado: “Creo que todos estamos completamente de acuerdo en que el tema de Venezuela no se debe seguir dilatando, en que la solución no da espera, que hay una tragedia humanitaria que le está costando mucho a Colombia, que puede llevarnos también al naufragio.  Esto lo debemos lograr de la mano de la comunidad internacional, pero debe ser una solución por las vías diplomáticas y políticas. El presidente Duque fue suficientemente claro en que la posición que ha tenido Colombia ha sido la de descartar cualquier escenario de intervención militar”.

El canciller, Carlos Holmes, se ha expresado repetidas veces en el mismo sentido, aquí en el país, en visita que hizo a la ONU en Nueva York antes de la Asamblea General, y en gira que acaba de terminar por varios países de la Unión Europea. Cité palabras textuales suyas en la columna anterior. 

La expresión del presidente Duque en la intervención ante la Asamblea General de la ONU pareciera quitarle firmeza a la posición gubernamental. Dijo: “La libre determinación de los pueblos no puede ser manipulada para convertirse en la libre determinación de los opresores”. Si ello no implica la intervención militar en el vecino país, tampoco puede descartarse que sea el piso justificatorio de abusos de otro orden: entre ellos los cercos económicos y las exclusiones del seno de organismos continentales o globales, que lesionan la soberanía y la solución democrática cuando de los problemas internos de un país se trata.

A ello se suman discursos y hechos innegables de signo guerrerista que generan seria preocupación: desde la presencia de Colombia en la OTAN como asociado global, las declaraciones del embajador del nuevo gobierno en Washington, Francisco Santos, quien dijo que no debe descartarse la opción militar, sintonizándose con el secretario general de la OEA, Luis Almagro, hasta las declaraciones del propio presidente Trump y su secretario Defensa, James Mattis, apodado Carro Loco (pasó por Bogotá en agosto), y la circunstancia de una creciente presencia armada de EE. UU. desde hace dos años en aguas del Caribe con naves de alta capacidad militar, inclusive portaaviones. Se diría que no solo hay retórica belicista sino que también hay medidas directamente encaminadas a preparar una acción coordinada de intervención militar. El Gobierno tiene que ser previsivo, coherente y audaz frente a los belicosos aliados internos y externos, si quiere realmente hacer creíble y sacar adelante su posición.

El Tratado de Roma que creó la Corte Penal internacional CPI, enunció primero  (1998) y desarrolló luego (2006) lo atinente al “crimen de agresión” (Art. 8 bis.3) que entró en vigencia, completadas las ratificaciones requeridas, el 1º de enero de 2017: “A los efectos del presente Estatuto, una persona comete un “crimen de agresión” cuando, estando en condiciones de controlar o dirigir efectivamente la acción política o militar de un Estado, dicha persona planifica, prepara, inicia o realiza un acto de agresión que por sus características, gravedad y escala constituya una violación manifiesta a la Carta de Naciones Unidas”. Acto de agresión puede ser una invasión o  ataque, un bombardeo, bloqueo de puertos o costas, acción a través de otro país que facilita su territorio, envío de bandas armadas, grupos armados o mercenarios…

Colombia es signataria del Tratado de Roma, lo que le obliga a tener muy presente la tipificación del “crimen de agresión”, y también la debe tener en cuenta Estados Unidos aunque no sea suscriptor del Tratado. El mundo entero tiene ya conciencia de que es un crimen “el uso de la fuerza armada por un Estado contra la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de otro Estado”. Todos los regímenes políticos, cualquier sea su signo ideológico, están sometidos a la justicia penal internacional y pueden ser denunciados ante la CPI si incurren en cualquiera de estos cuatro delitos: genocidio, crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra o crimen de agresión.

Un encuentro de fuerzas alternativas, partidos, movimientos y académicos, realizado la semana pasada en Bogotá, se pronunció enérgicamente contra la eventual intervención militar en Venezuela, lo propio han hecho bancadas parlamentarias de oposición y algunas independientes. Medios como Semana, El Tiempo y El Espectador han fijado posición e informado ampliamente para mostrar la total inconveniencia de tal paso.

Si sociedad civil y política, amen del Gobierno, están tan claros y firmes en excluir la opción militar, ello quiere decir que hay condiciones para que casi todas las fuerzas políticas y sociales del país digan juntas, en un solo pronunciamiento, lo que ya han dicho por separado contra el riesgo de intervención militar y por una salida democrática con pleno respeto de la soberanía del hermano país. ¿Quiénes no accederían? ¿Quién es capaz de tomar la iniciativa para dar este paso? Faetón, el hijo de Helio (el Sol), no alcanzó a incendiar la tierra, ojalá Duque conduzca el carro gubernamental de tal manera que no incendie el país.

@luisisandoval  -  lucho_sando@yahoo.es

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