Economía: entre la desesperanza y el optimismo

José Manuel Restrepo
26 de marzo de 2017 - 02:00 a. m.

No han sido fáciles de asimilar para nadie en el país los más recientes acontecimientos de la vida pública. Las últimas semanas han estado cargadas de noticias negativas que llenan de desesperanza aún al más optimista de todos. No son sólo los varios “reficares” que indicarían errores de gestión pública. Recibir la noticia de que las campañas presidenciales de 2010 y 2014 muy probablemente fueron financiadas ilícitamente no es un asunto menor, como tampoco lo es conocer que se pudo haber incurrido en falsedad en documentos públicos o violación de topes cuando se presentaron cifras a las autoridades electorales, significativamente menores a las reales. Tampoco es sencillo ver y oír a personas representativas de la sociedad, congresistas, excongresistas, reconocidos empresarios y muchos más, contradiciéndose, escondiéndose o mintiendo en respuesta al llamado de la justicia o de los medios de comunicación, o enredados haciendo declaraciones sobre sus propias actuaciones debidas o indebidas. Me pregunto yo qué pueden pensar las futuras generaciones cuando ven escándalos como los que estamos viviendo recientemente. ¿Qué lectura formativa les estamos dejando a esos jóvenes?

Dimensiona uno lo anterior y entiende también las estadísticas del estudio del Observatorio de la Democracia de la Universidad de los Andes, cuando casi el 60 % de la población cree que la corrupción es generalizada en el sector público, con un porcentaje altísimo de quienes ya están desencantados con la institucionalidad. El problema es que esto es como un cáncer contagioso que lleva a que casi el 20 % de las personas que viven en grandes ciudades estén dispuestos a sobornar. Estas mismas cifras, y agravadas, se pueden extraer de estudios similares hechos en referencia a la corrupción del sector privado.

El dramático resultado de lo anterior en la economía es que día tras día estamos debilitando uno de los activos económicos más importantes en la macroeconomía y la microeconomía: la confianza. Según el índice de confianza de los consumidores, por ejemplo, en el mes de febrero de este año el indicador se ubicó en -24,3 %, un dato históricamente bajo. Alguien podría atribuirle este resultado a la reforma tributaria. Sin embargo, para muchos otros hay razones políticas, como las expuestas, que nos están llevando por un camino peligroso en materia de confianza y que han y habrán de deteriorar la realidad económica también.

Lo triste de esta historia es que, mientras nuestros líderes públicos nos meten en semejante problema, el mundo entero reconoce una nación distinta. PricewaterhouseCoopers, confirmando lo que dijera hace más de seis años el antiguo presidente del HSBC Michael Geoghegan, afirmó y documentó en febrero de este año que Colombia podría ser una de las 32 mejores economías en el 2030. El mundo habla de la economía de Colombia, y aquí seguimos deteriorando internamente la nación por actos de corrupción y ausencia de liderazgos constructivos y coherentes con esa imagen internacional.

Algo similar, en el manejo económico reciente, tanto en lo monetario, como lo cambiario o lo fiscal, se extrae de las conclusiones del FMI en su visita al país, o del mejoramiento en las calificadoras de riesgo, que, como Fitch, mejoraron en este mes la calificación de la perspectiva de Colombia al pasarla de negativa a estable. En el primer caso, también haciéndonos un llamado de atención a trabajar en una buena implementación del Acuerdo de Paz, de la reforma tributaria y de la política de infraestructura.

En medio de lo anterior recibimos la buena noticia de la llegada a Colombia en el mes de septiembre del papa Francisco. No se trata sólo de la visita de un líder religioso o jefe de Estado que viene a abogar por los más pobres o por la consecución de una verdadera paz, sino también la llegada de un mensajero de esperanza y caridad para toda la sociedad. Bajo el sugestivo lema de la visita “Demos el primer paso”, sugiero que, aprovechando su llegada, demos el primer paso para acabar de tajo con la corrupción que tanta desconfianza deja en el país y avancemos a construir liderazgos públicos nuevos que nos permitan creer a todos en lo que el mundo prevé para nuestra propia nación.

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