Ecosistemas, libertad y paz

La extrema izquierda y la extrema derecha comparten dos actitudes simplificadoras de la realidad: su desdén por las interrelaciones entre humanos y los ecosistemas y sus visiones restringidas de la libertad humana. Por eso les resulta tan difícil alcanzar el bienestar y la paz.

Julio Carrizosa Umaña
06 de febrero de 2019 - 03:00 a. m.

La extrema izquierda y la extrema derecha comparten dos actitudes simplificadoras de la realidad: su desdén por las interrelaciones entre humanos y los ecosistemas y sus visiones restringidas de la libertad humana. Por eso les resulta tan difícil alcanzar el bienestar y la paz. 

Para las doctrinas de la extrema izquierda, los ecosistemas se perciben únicamente cuando se trata de la posibilidad de dominio sobre la tierra, la palabra que se usa para simplificarlos. Para las doctrinas de extrema derecha esa palabra, “tierra”, desapareció de las funciones de producción y cuando los ecosistemas se tienen en cuenta es desde puntos de vista económicos específicos; como planicies aptas para la urbanización, minerales para exportar o paisajes útiles para valorizar las inversiones.

La palabra “libertad” representa en la extrema derecha uno de sus grandes objetivos, pero en el fondo está restringida por las condiciones de la producción. La libertad en el capitalismo es en realidad una obligación, la de trabajar. El trabajo es sagrado; el ocio y aun la pereza no son considerados como opciones legítimas para los humanos, sino como aberraciones que deforman las economías y les impiden crecer.

En la extrema izquierda abundan argumentos que utilizan con fines políticos las restricciones derechistas a la libertad. La frase “libertad para morirse de hambre” es común en la izquierda latinoamericana, pero es muy difícil que los gobiernos dictatoriales de la izquierda real acepten la libertad de las mentes humanas. Esos gobiernos en el fondo saben que su doctrina es extremadamente frágil y no resiste el pensamiento libre, ni siquiera los movimientos libres de las personas.

El narcotráfico se origina en la pérdida de una de las libertades fundamentales: la de modificar la forma de pensar y ver la realidad. Las restricciones derechistas e izquierdistas a la introducción de fantasías en el cerebro es discriminatoria; solo son aceptadas aquellas fantasías que contribuyen a un poder dictatorial o al aumento del consumo de algún artículo específico.

En el caso colombiano esas dos simplificaciones de la realidad (la negación de la importancia de las interrelaciones con los ecosistemas y las restricciones a la libertad humana) son fundamentos de la descomposición de nuestra nación, están relacionadas con ignorancias acerca de la complejidad del cerebro y con los hechos históricos que condujeron a la formación de Colombia y, por lo tanto, son extremadamente difíciles de modificar.

Por Julio Carrizosa Umaña

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