¿Aumenta la inseguridad y aprieta el autoritarismo?

El Espectador
02 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.
Es entendible la desazón de atacar estos delitos y ver que quienes los cometen salen libres al instante, pero el fortalecimiento de las normas puede abrir la puerta a la arbitrariedad. / Mauricio Alvarado - El Espectador
Es entendible la desazón de atacar estos delitos y ver que quienes los cometen salen libres al instante, pero el fortalecimiento de las normas puede abrir la puerta a la arbitrariedad. / Mauricio Alvarado - El Espectador

Cuando llegó a la Alcaldía, una de las principales apuestas de Enrique Peñalosa fue crear la Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia de Bogotá. En palabras del alcalde en 2016, “desde hace muchos años debió haberse creado esta secretaría en Bogotá. El tema que más preocupa a los ciudadanos es la seguridad”. Por su parte, Daniel Mejía, el elegido para ocupar dicha cartera, dijo que “estamos avanzando en materia de seguridad; las cifras muestran una reducción contundente en todos los delitos y venimos interviniendo zonas donde operaban organizaciones criminales que durante años ganaron poder”.

Cerca de año y medio después, en medio de una oleada de atracos que tiene angustiados a los ciudadanos, la capital comienza a preguntarse si la inversión en la nueva secretaría ha rendido sus frutos.

Han sido varios los hechos de alto impacto mediático que han sacudido a los habitantes de Bogotá. Tal vez el más sonado fue un atraco en el barrio Rosales contra una mujer embarazada a quien, por robarle un carro, le dispararon dos veces, dejándola sin capacidad de mover sus extremidades.

No se trata, como han insinuado algunos, de un pánico moral oportunista relacionado con la clase social de la víctima. La realidad es que, como ella, demasiadas personas están sufriendo tragedias por culpa de la inseguridad, lo que a su vez genera una justa sensación de temor que afecta la calidad de vida de los capitalinos. Como explicó Catalina Uribe en su columna de El Espectador, “el miedo de los colombianos parece estar más que justificado y tiene poco sentido, y es hasta insensible, llamar a calmar los ánimos. Frente a múltiples asesinatos no podemos permanecer tranquilos. No es normal, ni razonable, ni justificado que personas estén perdiendo la vida a manos de otras”.

En entrevista con RCN Radio, Mejía dijo que “necesitamos aún más policías de inteligencia y el pie de fuerza de policía es una decisión estructural”. Su argumento tiene un punto innegable: 19.000 policías parecen insuficientes para custodiar una ciudad de ocho millones de habitantes. Pero el secretario también sugirió que “tenemos que dejar de ver los atracos como hurto simple y un delito menor. Aquí tenemos que dar un tratamiento penal más duro al asalto a mano armada”.

Es entendible la desazón que produce atacar estos delitos y ver que quienes los cometen salen libres al momento y vuelven a sus andanzas. Fortalecer las normas, sin embargo, puede abrir también las puertas a la arbitrariedad y a seguir el guion de siempre: permitir que el miedo nos mueva hacia el autoritarismo.

Sucedió con la prohibición del parrillero hombre mayor de 14 años para motos de 125 cc, una medida con implicaciones indeseables. Aunque se tomó sólo por tres meses y en un espacio limitado (desde la calle 100 hasta la avenida Primero de Mayo, y entre la avenida 68 y los cerros orientales), tienen razón quienes se manifestaron en contra del decreto de la Alcaldía. ¿Es justo afectar a los usuarios de moto que necesitan usarlas para múltiples fines legales, por no saber de qué otra manera responder al aumento de los atracos?

Además, como contó Juan David Moreno en El Espectador, “los asaltos cometidos en 2017 por los motociclistas (tanto conductores como parrilleros) representaron apenas el 8,5 % de las 62.169 denuncias por hurto a personas”. El 75 % de los hurtos fueron a pie.

Bogotá necesita acciones efectivas y complejas que resistan los cantos de sirena del autoritarismo. Apretar a los ciudadanos por miedo y por tener que mostrar resultados no es el camino.

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Por El Espectador

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