Cambio en la cúpula de las fuerzas armadas

El Espectador
13 de diciembre de 2018 - 06:00 a. m.
Quienes llegan tienen el enorme reto de continuar la reorganización de las fuerzas en el posconflicto y enfrentar un escenario de criminalidad con otras dinámicas y obstáculos. / Foto: Cortesía Ministerio de Defensa
Quienes llegan tienen el enorme reto de continuar la reorganización de las fuerzas en el posconflicto y enfrentar un escenario de criminalidad con otras dinámicas y obstáculos. / Foto: Cortesía Ministerio de Defensa

Con el cambio en la cúpula militar y policial del país, anunciado por el presidente Iván Duque, termina una era que pasará a la historia. Los militares salientes tuvieron que capotear la difícil y exitosa negociación con las Farc, así como pensar y diseñar el rol de la fuerza pública en un escenario de menos violencia. Quienes llegan tienen el enorme reto de continuar con esa tarea y enfrentar un escenario de criminalidad sin las Farc, con otras dinámicas y nuevos obstáculos.

El presidente Duque, esta vez, mostró que la prudencia produce buenos resultados. Pese a que voces poderosas dentro de su partido político, el Centro Democrático, habían exigido un cambio inmediato en la cúpula, el mandatario supo entender que la Casa de Nariño no es espacio para radicalismos irresponsables. Haber mantenido por cuatro meses al antiguo liderazgo le permitió conocer la dinámica de las fuerzas, sus procesos en curso e, incluso, empezar nuevos proyectos de seguridad.

En su discurso, el presidente dijo que con los generales salientes “hemos puesto en marcha el Plan Diamante y el plan ‘El que la hace la paga’. Dos planes de choque que han mostrado que tenemos toda la capacidad para destruir organizaciones criminales, desarticular redes de delincuentes, judicializar a más de 10.000 criminales y mostrar tendencias favorables de reducción de múltiples delitos”.

Se trató, además, de un bienvenido gesto de respeto a personas que ya están en la historia del país. El general Alberto José Mejía, como comandante de las Fuerzas Militares; el general Ricardo Gómez Nieto, como comandante del Ejército Nacional; el almirante Ernesto Durán González, como comandante de la Armada Nacional; el general Carlos Bueno, como comandante de la Fuerza Aérea, y el general Jorge Hernando Nieto, como director de la Policía Nacional, se enfrentaron a un reto gigante: ¿cómo repensar el uso de la fuerza estatal para un escenario de posconflicto?

El resultado fue una reorganización profunda de las fuerzas que ya está en acción y que garantiza no solo su solidez en el presente, sino su utilidad en el futuro. Su labor durante las negociaciones fue además prudente y sabia para permitir llegar a un acuerdo final con las Farc.

Por eso, sus reemplazos deben continuar con cabeza fría y no dejarse seducir por los cantos de sirena de quienes ven en la guerra sin cuartel la única salida. Es cierto que hay muchos retos, que el Eln, las bacrim y distintos grupos criminales financiados por el narcotráfico son una amenaza contra la seguridad y están copando espacios. Pero también es innegable que el país ha cambiado la manera en que entiende la violencia, que la fuerza pública ha cambiado su manera de relacionarse con las poblaciones históricamente marginadas y que no todo se resuelve con mano dura.

Al general Luis Fernando Navarro (nuevo comandante de las Fuerzas Militares), general Nicacio Martínez (nuevo comandante del Ejército), almirante Evelio Martínez (nuevo comandante de la Armada Nacional), general Ramsés Rueda (nuevo comandante de la Fuerza Aérea) y general Óscar Atehortúa (nuevo director de la Policía) les deseamos mucho éxito. El país necesita que su liderazgo sea ejemplar.

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Por El Espectador

 

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