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Chávez, del mito a la realidad

Con el fallecimiento de Hugo Chávez desaparece el caudillo pero nace el mito. El comandante deja tras de sí una estela de hechos diversos, positivos y negativos, así como fieles seguidores y acérrimos contradictores.

El Espectador
06 de marzo de 2013 - 08:51 p. m.

Así fue su vida pública y el tiempo se encargará de ubicarle un lugar en la historia. La vida en Venezuela continúa mientras sus realidades políticas y sociales deben ser observadas con prudencia.

Para Colombia, de momento, no deberían presentarse cambios sustanciales. El vicepresidente Nicolás Maduro, su sucesor, mantiene excelentes relaciones con el presidente Juan Manuel Santos y la canciller Holguín. Esto garantiza que el importante papel que juega Venezuela en el acompañamiento del proceso de paz se mantenga.

Chávez no generaba términos medios. Sus realizaciones pueden ser ensalzadas o denigradas. El gran transformador revolucionario de un rico país que atendió a los más pobres, o un derrochador populista que dilapidó la riqueza petrolera.

Un líder democrático que supo entender las necesidades de su pueblo o un autócrata que se arrogó poderes unipersonales y podía reeditar la frase de Luis XIV, “El Estado soy yo”. El vencedor imbatible de todas las elecciones en las que participó o el líder autoritario que utilizó las leyes a su acomodo. Un hombre solidario con los países de la región o un desconsiderado que regaló miles de millones de dólares para asegurarse la expansión de su proyecto político del Socialismo del Siglo XXI. Un presidente que logró llevar salud, educación y programas sociales o un populista/asistencialista que se dedicó a dar pescado y no a enseñar a pescar a su pueblo.

El líder del anti-imperialismo radical en este lado del mundo o el pragmático que se entregó a Cuba y se beneficiaba de vender su principal producto de exportación, el petróleo, a su mayor “enemigo”: Estados Unidos.
Chávez, eso sí, fue un líder indiscutible con un capital político acaso incomparable. De ahí la validez de la pregunta sobre el futuro que le espera a Venezuela sin Chávez.

De momento, lo cierto es que al calor de la desaparición del máximo líder de la Revolución Bolivariana y el dolor que sienten sus millones de seguidores, los mismos que lo reeligieron unos meses atrás, se debería convocar a elecciones en un plazo de 30 días, como reza la Constitución. Sin embargo ya se plantea un primer conflicto pues el canciller Elía Jaua anunció que quien continuara al mando del país es Nicolás Maduro, ungido por Chávez como su sucesor, mientras que el texto establece que sea el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, enemigo interno de Maduro dentro del chavismo. Como lo habíamos mencionado con anterioridad ya el Tribunal Supremo de Justicia la había torcido el cuello a la Carta Máxima una semana atrás al decir que había continuidad en el gobierno y no era necesaria la posesión formal del presidente para el nuevo período. Todo parece indicar que esa amañada interpretación será la que le permitirá a al actual vicepresidente asumir la primera magistratura y ser a su vez el candidato oficialista.

Del lado de la oposición su máximo representante, el Gobernador de Miranda Henrique Capriles Radonsky, ha obrado con gran prudencia en este momento de duelo nacional. Enfrenta el dilema de lanzarse de nuevo y encabezar una campaña relámpago.

Como epitafio no es fácil hacer una evaluación realista de las realizaciones concretas y las realidades del día a día que quedan para millones de venezolanos. Se ha dicho que a diferencia de Sandino, el Ché Guevara, Allende y Fidel, a Hugo Chávez le hacía falta una épica personal que lo encumbrara. Sólo el tiempo dirá si su agitada vida y padecimientos finales lo coloquen en el umbral de los íconos de la izquierda latinoamericana.

Por El Espectador

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