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Coherencia ideológica y moral

VOLVEMOS AL TEMA DE LOS PARTIdos políticos y su importancia para una democracia activa. Volvemos, claro, por las últimas noticias que han llegado acerca de los avales que grandes colectividades han otorgado a personajes, a todas luces controversiales, para las elecciones locales y regionales de octubre próximo.

El Espectador
07 de mayo de 2015 - 04:00 a. m.

Los partidos, como lo hemos dicho de forma insistente, son aún los más grandes representantes de la fortaleza de un sistema como el nuestro: unas colectividades fuertes, visibles, diversas, implican un nivel de representación del sentir ideológico de los ciudadanos del común. No solamente resultan útiles para la identificación con un programa determinado de ideas, sino también redundan en la seguridad y la eficacia de la política misma. Hoy día, sin embargo, nuestros partidos sucumben más a los nombres que recaudan votos (lo que implica una maquinaria harto cuestionable) y entran a hacer parte de ese círculo vicioso que es nuestra política colombiana, conducida por unos cuantos, que son los mismos de siempre.

Empecemos con el Partido de la U, cuya ideología es cambiante e inconexa (recordemos que nació como la colectividad de Álvaro Uribe, hoy su mayor opositor). El exvicepresidente Angelino Garzón, quien en el pasado renegó de ese partido e incluso renunció a él infructuosamente ante la negativa del Consejo Nacional Electoral (CNE), es hoy quien tiene el aval para lanzarse a la Alcaldía de Cali el próximo 25 de junio. Ahí lo vimos abrazado con el presidente de la U, Roy Barreras, luego de que él le hiciera críticas severas durante su paso por el Palacio de Nariño: como una “rueda suelta” lo calificó cuando incomodaba al presidente con sus opiniones, y le dijo explícitamente que debía acogerse a la disciplina del partido. Garzón no quiso acogerse a esa disciplina; es más, luchó contra ella a capa y espada. Cuando el CNE le dijo que no podía salirse de ese partido, le puso una tutela. Perdió. Y hoy lo tenemos como el flamante candidato de ese partido con grandes opciones para dirigir a Cali. Increíble.

Y no solamente es de incoherencia ideológica sino de poca limpieza lo que este partido nos ejemplifica con su feria de avales. En La Guajira, un fortín político feriado que le dio muchos votos al presidente Santos en las pasadas elecciones, por ejemplo, los senadores Bernardo Ñoño Elías y Mussa Besaile le hacen fuerza al hermano del último, Edwin Besaile Fayad, para la Gobernación. Los mismos nombres, entonces.

Pasemos al Partido Liberal, cuestionado de manera feroz, y con razón, pora haber dado su aval a un candidato a la Gobernación de Antioquia como Luis Pérez, figura central en el célebre Libro Blanco de Sergio Fajardo por una presunta relación con Efraín Maldonado Álvarez, desmovilizado de las Auc. El exalcalde de esa ciudad Alonso Salazar fue destituido por el procurador Alejandro Ordóñez cuando acusó a Luis Pérez de estar aliado con sectores oscuros de Antioquia. Sean esas relaciones ciertas o no, lo que sí es claro es el distanciamiento ideológico (Pérez apoyaba abiertamente a Álvaro Uribe, por ejemplo) de las ideas liberales que debería defender ese partido.

Dos ejemplos de una manera de hacer política muy asentada en el país. Una vez más, pues, los partidos, con tal de ganar, nos someten al círculo vicioso de una democracia sin coherencia ideológica y, tampoco, moral.

 

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Por El Espectador

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