Comenzó la Copa América

El Espectador
15 de junio de 2019 - 05:00 a. m.
La tricolor debe seguir siendo un ejemplo de entereza, dedicación, disciplina y buenas prácticas. / Foto: AFP
La tricolor debe seguir siendo un ejemplo de entereza, dedicación, disciplina y buenas prácticas. / Foto: AFP

Llega en buen momento la participación de la selección colombiana de fútbol masculino en la Copa América que se celebra en Brasil. Mientras el país está convulsionado políticamente, marcado por la polarización que no ha hecho más que agudizarse, la tricolor se presenta como una oportunidad de construir puntos de encuentro a pesar de las diferencias.

No solo es un momento importante desde el punto de vista simbólico. Con el partido de hoy frente a Argentina se inicia, en serio, la era de Carlos Queiroz como director técnico de la selección.

Pese a que ya hemos visto varios partidos amistosos, de preparación, es en una competencia de la talla de la Copa América, como previa a las eliminatorias para el Mundial de Catar 2022, donde se podrá valorar el efecto del entrenador en lo futbolístico. ¿Cuál será el tipo de juego de Colombia? ¿Podrán integrarse bien los nuevos rostros con aquellos veteranos que llevan varios ciclos en la selección? ¿Están justificadas las expectativas de fanáticos y analistas sobre que la selección podría ser protagonista en esta Copa? ¿Cómo van a reaccionar jugadores y fanáticos si los resultados no se dan de manera inmediata?

Son muchas las preguntas en lo deportivo que tendrán entretenido al país, pero, como hemos visto, el fútbol tiene el potencial de ser mucho más que solo un juego. Los ocho años de la era de José Néstor Pékerman no solo representaron un hito en el desempeño de la selección a nivel mundial, sino que sirvieron para cambiar la mentalidad de la sociedad.

El régimen de disciplina de Pékerman sirvió para moldear la actitud de una generación de jugadores que se profesionalizó, abandonó las prácticas culturales más dañinas que sabotearon a los equipos en el pasado y dio muchos resultados. A medida que Colombia ganaba y jugaba bonito, se atrevía a soñar y, con ella, el país iba de la mano. En los peores momentos de la negociación con las Farc y el posterior aterrizaje del Acuerdo, los partidos eran la excusa ideal para dejar al lado las diferencias y encontrarnos en un fin común. Además, la promesa del deporte como proyecto de vida se hacía más real para muchos colombianos que empezaron a desear seguir los pasos de sus ídolos.

El fútbol sigue siendo un espacio de encuentro para las mejores y peores influencias: historias inspiradoras de superación conviven con rumores de corrupción y malas prácticas. La FIFA misma no se ha podido sacudir del escándalo que hace unos años destapó una terrible olla podrida. Por eso, la selección puede y debe seguir construyendo sobre todo lo que se ha logrado. En medio de lo negativo, la tricolor debe seguir siendo un ejemplo de entereza, dedicación, disciplina y buenas prácticas.

Arrancó la Copa América y deseamos que, en efecto, Colombia sea protagonista. Independientemente de los resultados, hay que seguir mostrándole al país los beneficios de construir proyectos de largo plazo sobre la unión. A ver si, entre gol y gol, les bajamos la temperatura a todas las influencias que buscan dividirnos.

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