Buenas noticias para el mundo. En las últimas semanas, después de meses y meses de incertidumbre, por fin recibimos un motivo tangible de esperanza: Pfizer, Moderna y otras compañías médicas recibieron excelentes resultados de sus vacunas en la tercera fase de pruebas. Además, los estudios parecen indicar que contagiarse del COVID-19 sí otorga una resistencia futura a la enfermedad, lo que no ocurre con todos los tipos de coronavirus. Estamos al borde, entonces, de un cambio de paradigma en la lucha contra la pandemia. Por eso tenemos que hablar de cómo el temor, la desinformación y los algoritmos de internet nos pueden jugar una mala pasada.
Tan pronto empezó la pandemia y los países del mundo decretaron cuarentenas, empezaron a surgir teorías de la conspiración compartidas por millones y millones de personas. Enfrentados a la incertidumbre de la primera plaga masiva en más de un siglo, una considerable porción de la humanidad sucumbió a los peores instintos de nuestros cerebros manipulables. Uno de los productos más compartidos en Facebook y en internet este año fue un “documental”, con comillas gigantes, donde una desacreditada doctora cuenta que la pandemia es un plan de dominación orquestado desde las élites globales para someter a la población. No se trata de un discurso que pueda ser ridiculizado con facilidad porque las personas lo creyeron. Varias voces influyentes, también, siguen convencidas de que Bill Gates, uno de los principales financiadores de luchas a favor de la salud global en las últimas dos décadas, está detrás del COVID-19 y desea implantarnos mecanismos de control.
No es casualidad que la calidad del debate sea tan precaria. Las sociedades modernas son un caldo de cultivo para la superstición. Nuestra debilidad por el pensamiento mágico, por utilizar la expresión de Joan Didion, se suma al miedo que ha causado el coronavirus, al aumento del desempleo y a que internet está diseñado para fomentar los discursos que nos conmueven e irritan, sin importar que sean falsos. El COVID-19 llegó cuando en el mundo entero hay un movimiento antivacunas que, entre sus nefastos resultados, ha logrado la reaparición y el fortalecimiento de enfermedades como el sarampión.
Por eso tenemos que ser claros: las vacunas son una buena noticia. Cada una de las empresas que ha venido anunciando los resultados de sus pruebas lo hizo después de largos estudios, que cumplieron con estrictas metodologías y respetaron la rigurosidad que exige el método científico. En síntesis, son seguras. No solo eso, son necesarias. Cuando los gobiernos nacional y local inicien sus campañas de vacunación, la respuesta de todos los colombianos deberá ser rápida y sin temores.
Hank Green, divulgador científico, da dos razones contundentes para vacunarse: “Al hacerlo no solo nos protegemos nosotros mismos, sino que les evitamos el sufrimiento a los demás al evitar que colapsen los hospitales”; adicionalmente, vacunarse es “lo que debemos hacer para ayudar a todos los profesionales de la salud” que han puesto el pellejo por nosotros en un año muy difícil.
Debemos empezar esta conversación así falten meses para el aterrizaje de la vacuna a Colombia. Hablarlo con familiares y amigos. Porque la desinformación vendrá recargada y buscará sabotear este proceso. No podemos permitir que el temor y la desinformación nos quiten la mejor defensa contra la pandemia.
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