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El conjunto vacío

No alcanzamos a entender el concepto de desarrollo sostenible dentro del Plan Nacional de Desarrollo en Colombia.

El Espectador
27 de noviembre de 2014 - 01:01 a. m.

Convencionalmente, la sostenibilidad se entiende como la intersección entre los conjuntos de lo social, lo económico y lo ambiental. Podría discutirse, por supuesto, si hay una intersección virtuosa entre lo económico y lo social: temas que van desde la insuficiencia de los énfasis hasta el modelo mismo de desarrollo. Este debate político debe permanecer abierto.

Sobresale en todo esto, sin embargo, la ausencia de una señal sobre lo ambiental como fundamento del desarrollo económico y social. En esto no bastan decisiones como la de aumentar las áreas protegidas —que son bien recibidas y publicitadas, sobre todo, por fuera del país—, si no hay una propuesta para el resto del territorio, en especial donde se jalonarían el despegue económico y la inclusión social. Gran esperanza hay en el concepto de paz territorial, con los acuerdos sobre cierre de la frontera agrícola y desarrollo rural territorial, pero sobre la relación entre medio ambiente y los grandes proyectos de desarrollo sólo se han escuchado las voces que hablan de superar los obstáculos ambientales y nada de las oportunidades de gestión ambiental. Mínima comprensión del ambientalismo moderno.

Porque un país que expande su huella ecológica a través de grandes proyectos podría ya tener una propuesta de gestión ambiental audaz desde la perspectiva sectorial. Aquí ha hecho carrera la idea de que delimitar para conservar unos cuantos ecosistemas estratégicos es suficiente para la sostenibilidad. No hacemos mucho más, pese a que en el mundo se habla de gerencia e innovación ambiental en proyectos urbanos, de infraestructura vial, hidroeléctrica, y de industrias extractivas como hidrocarburos y minería, cuando no de energías alternativas. Tampoco estamos tomando en serio los retos de la investigación ambiental.

Este es el conjunto vacío de la sostenibilidad en la actual propuesta de desarrollo, que denota falta de liderazgo político. Parecería que la institucionalidad ambiental debilitada —en palabras de la OCDE—, sumado a un debate público rico en lo local, pero que no permea las instituciones en donde se diseñan las grandes políticas, no permite que surja lo que aquí hemos llamado el ambientalismo viable: uno que busque nuevos equilibrios económicos, sociales y ambientales en los territorios.

Los grandes temas ambientales del país, además de la vigente necesidad de conservar sus áreas protegidas, deberían ser la ecología industrial, el diseño de paisajes agroindustriales y mineros, las compensaciones ambientales centradas en la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, el ecourbanismo y la renovación urbana que disminuya la vulnerabilidad ante los extremos climáticos, el biocomercio y el ecoturismo que dé una mano a empobrecidas comunidades rurales.

Así no estemos de acuerdo, podría entenderse que el Gobierno no vaya a cambiar su propuesta de desarrollo. Pero en este contexto resulta incomprensible que el país no tenga una propuesta ambiental audaz y de última generación para su propio plan de desarrollo. Falta de imaginación y de innovación. ¿También perderemos esta oportunidad?

Por El Espectador

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