El contralor debe olvidar a sus amigos

El Espectador
22 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.
Ahora, desde la Contraloría, ¿podrá Carlos Felipe Córdoba ser un observador crítico de aquellos con quienes tiene tan buenas relaciones? / Foto: Gustavo Torrijos - El Espectador
Ahora, desde la Contraloría, ¿podrá Carlos Felipe Córdoba ser un observador crítico de aquellos con quienes tiene tan buenas relaciones? / Foto: Gustavo Torrijos - El Espectador

Los funcionarios que llegan a dirigir los entes de control se enfrentan a un dilema complejo: su nueva labor les exige total independencia, lo que incluye alejarse de las personas que los llevaron a ese puesto. No hacerlo sería fallarles a su deber constitucional y al país entero. Ese es el principal reto que enfrenta el nuevo contralor general, Carlos Felipe Córdoba.

Después del bombo que se le hizo a un proceso de selección mediado por un evaluador independiente de las cualidades de los candidatos, la elección del jefe de la Contraloría terminó siendo, como se esperaba, un pulso político entre las bancadas del Congreso. Por eso, la abrumadora victoria de Córdoba le impone al nuevo contralor la necesidad de mostrar independencia cuanto antes.

Córdoba fue elegido con 203 votos, una mayoría considerable en el Congreso. En su discurso de triunfo, agradeció a Álvaro Uribe, Germán Vargas Lleras y Andrés Pastrana. También se supo del apoyo que recibió por parte de César Gaviria. La pregunta necesaria es: ¿cómo es posible que un funcionario obtenga apoyo tan amplio de personas con ideologías políticas tan dispares?

La historia del nuevo contralor arroja respuestas. Durante toda su carrera ha estado ligado a grupos políticos y su ascenso a distintos cargos estuvo impulsado por esas amistades. Sin duda se trata de una persona preparada, que además tiene experiencia en el control fiscal (fue vicecontralor en la Contraloría de Sandra Morelli), pero también es verdad que no incomoda a los políticos. Su último puesto fue en la dirección ejecutiva de la Federación Nacional de Departamentos, donde lo eligieron los 32 gobernadores del país.

Ahora, desde la Contraloría, ¿podrá ser un observador crítico de aquellos con quienes tiene tan buenas relaciones? Es lo que se espera.

Córdoba deberá, además, resistir la tentación de los juicios a través de los reflectores. Los entes de control están en deuda de arrojar más resultados concretos antes de anunciar investigaciones rimbombantes que no llegan a buen puerto. Como auditor general, Córdoba estuvo en medio de una serie de escándalos por informes que contenían muchas imprecisiones y que podían leerse como que favorecían a ciertos grupos políticos. Eso no puede ocurrir en la Contraloría.

La obsesión de los colombianos en este país que supera sus conflictos armados es la corrupción. Se vio en la reciente campaña electoral, donde las heridas abiertas de los escándalos como el de Odebrecht marcaron la agenda. Se ve, además, en el día a día y en la baja credibilidad que las instituciones políticas tienen. En esa lucha, la Contraloría es esencial.

El nuevo contralor debe entender la magnitud del momento histórico en el que llega a su cargo y aprovecharlo, liderando una lucha implacable y sin sesgos contra los corruptos a nivel local y nacional.

Le deseamos mucho éxito y que pueda ejercer su cargo sin presiones indebidas. Ya el presidente Iván Duque dio un excelente primer paso negándose a darle el guiño a algún candidato, respetando la necesaria separación de poderes. ¿Aprovechará Córdoba esta oportunidad?

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Por El Espectador

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