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El día B

El objetivo final y sus bondades son de una lógica impecable: basura cero a partir de un fortalecimiento del reciclaje, con la inclusión, formalización y pago justo a los recicladores, tarifas justas, compromiso ciudadano y, en su concepción del Estado, operación pública para la recolección de basuras.

El Espectador
17 de diciembre de 2012 - 11:00 p. m.

Lo que no es igual de evidente es la manera como el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, ha decidido implementar su esquema de basuras para la capital. A pesar de que intente suavizar el aterrizaje de su programa insistiendo en que se va a hacer énfasis en las fallas y no en lo bueno, lo cierto es que hoy comienza a correr el reloj con la hora de la verdad del nuevo modelo. El cual, sobra decirlo, esperamos que funcione de la mejor manera, por el bien de la ciudad.

La apuesta del alcalde Petro ha sido en extremo arriesgada. El plazo límite de hoy, cuando se vencen los contratos de tres de los cuatro operadores privados —el otro se vence el 22 de este mes—, ha puesto a correr a la administración para echar a andar una operación de transición, mientras en un año o más se logra estructurar la gran licitación para adjudicar el servicio por zonas exclusivas, en la que habría de participar el operador público que se supone que hoy comienza a manejar la operación. Y decimos que se supone porque, como lo dijo ayer el Superintendente de Servicios Públicos, César González, en entrevista con este diario, no es claro quién va a ser el operador a partir de hoy, si el Acueducto o Aguas de Bogotá o incluso, como se comenzó a insinuar ayer en la mañana, los mismos privados —Ciudad Limpia, al menos, confirmó en Blu Radio su acuerdo con la Uaesp para continuar en las mismas condiciones actuales—.

El afán, pues, no ha sido buen consejero para tan delicadas definiciones, pues al parecer en lo que podemos terminar, después de tantas peleas y contratiempos, es en un esquema muy parecido al actual. Lo cual se hubiera podido conseguir de manera más productiva con más negociación que confrontación. El afán y la terquedad terminan convirtiendo los buenos propósitos en retórica superficial. Por ejemplo con las tarifas que, según anuncio de la EAAB, en lugar de reducirse se van a incrementar para todos los estratos en un promedio cercano al 30%, presumiblemente para cubrir el costo de los equipos que se han arrendado y se comprarán para permitir la operación pública.

Lo cual solamente muestra que aunque en el objetivo final el ciudadano aparezca como el gran beneficiado, en todo este proceso de implementación y transición parece ser el último en la escala de prioridades. Se le está tratando de imponer por decreto un cambio en sus costumbres, se le está cobrando más y se le está pidiendo que sea paciente con un servicio que probablemente va a ser inferior, dada la inexperiencia y falta de equipos para funcionar de ese nuevo operador público. Es demasiado pedir.

Ya entrados en gastos, como se dice, los bogotanos deben asumir su responsabilidad de hacer con cuidado el reciclaje en sus hogares, entrar en la costumbre de las dos bolsas y, sí, también ser pacientes con un proceso que apenas comienza. Pero deben ver pronto las bondades del sistema, y sobre todo que el caos que algunos anuncian no se vaya a presentar. De no ser así, no solo habrá indignación, sino que será una oportunidad perdida para llegar a los objetivos nobles que se buscan. Y ese tiempo perdido será muy difícil de recuperar después.

Llegó, pues, el día B para Petro: Basuras, Bogotá y plan B definen esta ruleta donde se juega el alcalde esta apuesta riesgosa. Ojalá funcione, y los bogotanos debemos hacer todo el esfuerzo para que así sea; pero si se presenta un deterioro mayor en como venía operando el esquema, es justo que el alcalde enfrente las consecuencias de su responsabilidad por haber montado a la ciudad en semejante transformación sin tener las herramientas necesarias para implementarla.

Por El Espectador

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