El voto cuenta, claro que cuenta

El Espectador
27 de mayo de 2018 - 04:00 a. m.
Múltiples sectores de la sociedad están representados en propuestas políticas muy diversas y hay visiones elocuentes sobre qué rumbo seguir. No hay excusa: ¡a votar! / Foto: Gustavo Torrijos - El Espectador
Múltiples sectores de la sociedad están representados en propuestas políticas muy diversas y hay visiones elocuentes sobre qué rumbo seguir. No hay excusa: ¡a votar! / Foto: Gustavo Torrijos - El Espectador

Cada vez que tienen la oportunidad, los colombianos se quejan de las instituciones políticas. Lo demuestran las cifras de popularidad del Congreso, de las altas cortes, del presidente de turno, así como las de la mayoría de alcaldes y gobernadores regados por todo el país. Durante esta campaña electoral, allí donde iban los candidatos a la Presidencia se encontraban con multitudes desconfiadas, lastimadas por la corrupción, golpeadas por la desigualdad y profundamente inconformes. Esto no es nuevo.

Lo paradójico es que un número enorme de colombianos no ve en las urnas y el ejercicio democrático la posibilidad de cambiar estas situaciones perversas. De hecho, es común que la triunfadora, elección tras elección, sin importar los candidatos ni la gravedad de lo que esté en juego, es la abstención. A menudo, más de la mitad de los ciudadanos capacitados para votar no participan. Su silencio es ensordecedor y se ha convertido en cómplice de las fuerzas políticas a las que les conviene el desinterés de la población.

Hay que votar. Un triunfo para las elecciones de hoy sería que, gracias a una campaña llena de emociones, la mayoría del censo electoral hiciera presencia. Sí, en Colombia se ha desarrollado una cultura política plagada de problemas, pero estos se cambian votando.

El cálculo es sencillo: entre más personas participen activamente, menos poder tienen quienes buscan manipular, amedrantar y comprar votos. Si millones de colombianos demuestran que les importa la democracia y lo que ocurre en el país, podemos sacudirnos las viejas prácticas que convirtieron las elecciones en intercambios de favores y contratos.

No participar, en cambio, es una calamidad. Aunque hay quienes defienden la abstención como una decisión política consciente, la realidad es que en la práctica lo que logra es que el poder se reparta entre los mismos con base en un número reducido de votos.

En esta elección particular, los colombianos tienen amplias opciones. Los múltiples sectores de la sociedad se han visto representados en propuestas políticas muy diversas y hay sobre la mesa visiones elocuentes sobre qué rumbo debería seguir Colombia.

Además tuvimos abundancia de ocasiones para que los candidatos expusieran y contrastaran las ideas. La decisión está clara y no puede alegarse desconocimiento de los proyectos propuestos.

Por eso, esta primera vuelta debería verse como la oportunidad de apoyar la propuesta que más convence a cada colombiano. Se habla mucho de voto útil, pero la existencia de dos oportunidades para elegir invita a que el primer sufragio se haga por convicción. Incluso si el candidato es derrotado, cada uno de los votos que reciba implica una legitimidad para hacer contrapeso y que su proyecto político tenga relevancia en los próximos cuatro años. No sólo quien triunfa tiene voz en el rumbo de Colombia.

Nuestro Estado es frágil. Lo demuestran los escándalos y la violencia que no dan tregua. Ante esa realidad, la democracia es una promesa, una herramienta para fortalecer esta idea de país que todos compartimos, a pesar de las diferencias. Salir a votar hoy es seguir apostándole a Colombia.

¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a yosoyespectador@gmail.com.

Por El Espectador

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