En vísperas de la celebración de cambio de año, Colombia debería abandonar la pólvora. El uso tan común de este elemento, sea de manera informal o incluso en espacios controlados por profesionales, es un riesgo para la salud de los humanos y un ataque directo contra los animales, seres sintientes con quienes compartimos el ecosistema. Está más que documentado el daño que estas actividades hacen y, sin embargo, no parece haber reflexión alguna sobre la necesidad de cambiar la manera en que celebramos estas fechas. Para evitar tragedias y ser más conscientes de los efectos que tenemos en el entorno, una resolución para estos días y el año entrante debería ser buscar métodos alternativos de celebración.
Al cierre de esta edición, las cifras son escandalosas. Según el Instituto Nacional de Salud (INS), van 686 personas heridas con quemaduras ocasionadas por fuegos artificiales. Es muy probable, por cierto, que se trate de un subregistro, pues solo los casos más graves llegan a conocimiento de las autoridades. Para completar el panorama desastroso, 223 de esos casos son menores de edad y ya fallecieron dos personas por el mal uso de los fuegos artificiales. No solo estamos viendo un incremento del 7,5 % en los casos de quemados, sino que hemos perdido vidas, lo que obliga a varias preguntas: ¿todo para qué? ¿Cuál es la tradición tan importante que se protege con actividades tan arriesgadas? Y, más importante en temas de política pública, ¿cómo podemos disuadir del uso de la pólvora?
Lo llamativo de las cifras del INS es que los quemados están regados por todo el país. Antioquia lidera con 91 casos, lo que debería causar pausa por eventos como la alborada con la que se recibe diciembre. Después están Bogotá, con 82 casos; Cundinamarca, con 43, y Nariño y Tolima, empatados con 35 casos. Podríamos seguir recorriendo Colombia en casos de quemados, pero la conclusión debería ser la misma: es momento de cambiar de prácticas.
Hay otra razón que no hemos discutido y nos parece que cobra igual relevancia. Quienes defienden los fuegos artificiales hablan de su uso legal en espectáculos controlados, pero eso no tiene en cuenta los efectos perversos que causan sobre los animales domésticos y silvestres, incluyendo desorientación y estrés agudo. Como explicó la médica veterinaria Marcela Suárez Delgado en una publicación de la Alcaldía de Medellín: “Hay animales que pueden llegar a morir. Esto se da por todos los cambios fisiológicos, se liberan demasiadas hormonas del estrés. El animal entra en pánico y puede sufrir un infarto y hay una muerte súbita”. Llenar el cielo de ruido es un acto de arrogancia y violencia contra los seres sintientes con quienes compartimos los ecosistemas. Es momento de tenerlos en consideración.
No se trata de abandonar los espectáculos. Hay alternativas que se han usado en el mundo y en Colombia, como los drones con luces, que son mucho más amigables con el medio ambiente y seguros. Es tiempo de repensar la pólvora para evitar que estas fechas estén llenas de tanto dolor.
¿Está en desacuerdo con este editorial? Envíe su antieditorial de 500 palabras a elespectadoropinion@gmail.com.
Nota del director. Necesitamos de lectores como usted para seguir haciendo un periodismo independiente y de calidad. Considere adquirir una suscripción digital y apostémosle al poder de la palabra.
En vísperas de la celebración de cambio de año, Colombia debería abandonar la pólvora. El uso tan común de este elemento, sea de manera informal o incluso en espacios controlados por profesionales, es un riesgo para la salud de los humanos y un ataque directo contra los animales, seres sintientes con quienes compartimos el ecosistema. Está más que documentado el daño que estas actividades hacen y, sin embargo, no parece haber reflexión alguna sobre la necesidad de cambiar la manera en que celebramos estas fechas. Para evitar tragedias y ser más conscientes de los efectos que tenemos en el entorno, una resolución para estos días y el año entrante debería ser buscar métodos alternativos de celebración.
Al cierre de esta edición, las cifras son escandalosas. Según el Instituto Nacional de Salud (INS), van 686 personas heridas con quemaduras ocasionadas por fuegos artificiales. Es muy probable, por cierto, que se trate de un subregistro, pues solo los casos más graves llegan a conocimiento de las autoridades. Para completar el panorama desastroso, 223 de esos casos son menores de edad y ya fallecieron dos personas por el mal uso de los fuegos artificiales. No solo estamos viendo un incremento del 7,5 % en los casos de quemados, sino que hemos perdido vidas, lo que obliga a varias preguntas: ¿todo para qué? ¿Cuál es la tradición tan importante que se protege con actividades tan arriesgadas? Y, más importante en temas de política pública, ¿cómo podemos disuadir del uso de la pólvora?
Lo llamativo de las cifras del INS es que los quemados están regados por todo el país. Antioquia lidera con 91 casos, lo que debería causar pausa por eventos como la alborada con la que se recibe diciembre. Después están Bogotá, con 82 casos; Cundinamarca, con 43, y Nariño y Tolima, empatados con 35 casos. Podríamos seguir recorriendo Colombia en casos de quemados, pero la conclusión debería ser la misma: es momento de cambiar de prácticas.
Hay otra razón que no hemos discutido y nos parece que cobra igual relevancia. Quienes defienden los fuegos artificiales hablan de su uso legal en espectáculos controlados, pero eso no tiene en cuenta los efectos perversos que causan sobre los animales domésticos y silvestres, incluyendo desorientación y estrés agudo. Como explicó la médica veterinaria Marcela Suárez Delgado en una publicación de la Alcaldía de Medellín: “Hay animales que pueden llegar a morir. Esto se da por todos los cambios fisiológicos, se liberan demasiadas hormonas del estrés. El animal entra en pánico y puede sufrir un infarto y hay una muerte súbita”. Llenar el cielo de ruido es un acto de arrogancia y violencia contra los seres sintientes con quienes compartimos los ecosistemas. Es momento de tenerlos en consideración.
No se trata de abandonar los espectáculos. Hay alternativas que se han usado en el mundo y en Colombia, como los drones con luces, que son mucho más amigables con el medio ambiente y seguros. Es tiempo de repensar la pólvora para evitar que estas fechas estén llenas de tanto dolor.
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