Lo más frustrante y cruel del COVID-19 es que cada hora que pasamos sin tener inmunidad de rebaño equivale a personas que mueren. Poco a poco, y con algunas variaciones gracias a las medidas de control de los gobiernos nacional y locales, la cifra de fallecidos en el país ha seguido aumentando. Estamos en el tercer pico, de nuevo encerrados, con mucho temor, con la economía temblando y con un plan de vacunación muy ambicioso que no ha alcanzado la velocidad que necesita. Mientras tanto, más y más colombianos mueren. Somos el país número trece en todo el mundo con más fallecidos por COVID-19. Ya superamos los 68.000 colombianos muertos y esa cifra seguirá subiendo. ¿Qué nos falta para redoblar esfuerzos?
La situación es muy compleja. Hemos visto el esfuerzo del personal de salud y de los gobiernos en todos los ámbitos por aplicar el plan de vacunación. Cada vez vamos más rápido. Sin embargo, según los cálculos que hay, Colombia está lejos de estar vacunando a la cantidad de personas que necesitamos. Desórdenes como el de la “demanda espontánea”, que vimos hace un par de semanas, no ayudan. La realidad es que por más buenas intenciones que existen, nos estamos quedando atrás. Mientras tanto, los peores efectos de la pandemia siguen siendo el día a día de los colombianos.
No somos únicos en nuestro sufrimiento, por supuesto. La desigualdad global mostró su peor cara con la repartición de vacunas: los países más ricos se quedaron con el 86 % de las dosis. Mientras tanto, los países de ingresos bajos solo tienen un 0,1 %. En enero de este año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dijo que el mundo está al borde de “un fracaso moral” en la distribución de las vacunas. Nosotros vamos un paso más allá: el fracaso ya ocurrió y los países lo están pagando con muertos y con golpes nefastos a su economía.
Por eso hay 175 líderes mundiales que le piden a Estados Unidos unirse al llamado de suspender temporalmente las patentes sobre las vacunas para que puedan ser fabricadas en distintas partes. Esto se une a una propuesta de exención que Sudáfrica, India y otros países presentaron ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). En carta publicada por El Espectador, el expresidente Juan Manuel Santos, uno de los firmantes de la petición, explica: “El COVID-19, en cualquier lugar, es una amenaza para la humanidad entera. Como tanto se ha dicho, nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo (...) Esta pandemia sin precedentes, que ha matado a más de tres millones de personas, ha llevado a decenas de millones a la indigencia y además amenaza con nuevos brotes mortales, exige medidas también sin precedentes”.
Estamos de acuerdo. Lo mismo dijo Rodrigo Uprimny en su columna del domingo pasado para El Espectador: “Mientras miles de personas siguen muriendo, la crisis social y económica persiste y el virus muta, con variantes más contagiosas y letales, frente a las cuales las vacunas pueden no ser efectivas”.
Colombia debería no solo reconocer sus limitaciones, sino unirse al llamado por esta medida. Necesitamos más vacunas y solidaridad global. También más rapidez en nuestro plan local. Cada segundo que pasa vale oro.
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