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Para la foto

En el país del realismo mágico, donde Gabo nos mostró con todo su ingenio que aquí puede pasar cualquier cosa, cada cierto tiempo acontecen hechos que no dejan de desbordar nuestra capacidad de asombro.

El Espectador
07 de noviembre de 2014 - 03:14 a. m.

El más reciente caso se vivió luego de que se colocara en Cartagena una placa dedicada a conmemorar a los ingleses invasores de la época de la Colonia. Todo esto promovido y ambientado por un alcalde deseoso de tomarse una foto con el príncipe de Gales, para luego aceptar que se retire el objeto de una controversia que ha ofendido a muchos.

El hecho en sí no ameritaría mayores consideraciones, pues no pasaría de ser una anécdota de mal gusto y pésimo sentido político de su promotor, la cual quedaría seguramente como una más en el largo glosario de “alcaldadas” famosas en Colombia. Pero el asunto, como se desprende de los muy serios comentarios que surgieron a raíz del hecho, tiene mucho más de largo y de ancho. Honrar la memoria de quienes en su momento causaron dolor y muerte en Cartagena, a través de un sitio que llevó a sus habitantes a demostrar el valor que los caracteriza, es un despropósito. Otra cosa hubiera sido si en el texto se hiciera una mención a todos los fallecidos, comenzando por los de casa, pues a mucha honra don Blas de Lezo escribió en la Heroica un capítulo que enorgullece no sólo a la ciudad sino a todo el país. La derrota del almirante Vernon y su flota de cerca de 200 buques y más de 10.000 muertos en 1741 no fue poca cosa. Hasta medallas conmemorativas celebrando la victoria acuñaron de manera anticipada los ingleses. Vea pues.

Así las cosas, y aprovechando los desatinos del alcalde Dionisio Vélez, quien, valga la pena recordarlo, ordenó colocar en todas las escuelas públicas de la ciudad su foto, y del otro defensor del acto, el cuestionado exministro Sabas Pretelt, se generan algunas reflexiones. En primer lugar, para un país que se precia de su multiculturalidad, son muy pocas las menciones, placas, monumentos o estatuas a los negros que en nuestra historia han sido protagonistas. Algunas menciones por allí a Candelario Obeso. Ciertas reseñas por allá a Manuel Zapata Olivella, Alejo Durán o Petronio Álvarez. Las glorias deportivas de Marino Klinger. Sin embargo, otras figuras importantes —como es el caso de Benkos Biohó—, virtualmente desconocido para la mayoría de los habitantes del país, merecerían un lugar destacado, no sólo en las páginas de los libros de historia, sino en algunas de las plazas del país. Buena idea la del alcalde bogotano, Gustavo Petro, quien, como desagravio, se ofreció a perpetuar en Bogotá la memoria de este esclavo cimarrón que tanto aportó a la lucha por la libertad de sus hermanos.

El tema de fondo sigue siendo el concepto de racismo que subyace, muy a nuestro pesar, en muchas regiones del país. Como recordaba un historiador en estos días, se suele olvidar, incluso para la misma sociedad cartagenera, que la mayor parte del peso durante el sitio de la ciudad lo llevaron los esclavos y los indios. Es decir, que dado que la historia la escriben los vencedores, como se dice con frecuencia, también es importante que dentro de la misma se les dé el lugar que les corresponde a todos los afrodescendientes que desde sus distintas actividades, y con diversos aportes, han contribuido a construir país.

Atendiendo a estos hechos, y dado que el tema de la controversial placa al parecer ya fue superado, no estaría de más sugerir que en una próxima ocasión en la que se quiera hacer un gesto a tan ilustre visitante, mejor se lo lleve al Pantano de Vargas o al Puente de Boyacá, y ahí sí demostrarle nuestro agradecimiento por la importante colaboración de la Legión Británica y del coronel James Rook a nuestra independencia.

Por El Espectador

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