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Gestión ambiental en Santos: un reto de economistas

Causa sorpresa que cuando se evalúa el desempeño de las carteras ministeriales no se mencione nada sobre las funciones ambientales del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial.

El Espectador
04 de septiembre de 2011 - 11:00 p. m.

La opinión ha manifestado ciertas inquietudes sobre la creación del Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible. Éstas han sido recibidas. Asimismo, la Alta Consejería anuncia un evento de socialización del que se espera una propuesta a la altura de los retos del Plan de Desarrollo. Pero la gestión ambiental no se reduce, así sea lo más importante, a la creación del nuevo ministerio. Las funciones que el actual ministerio detenta son de ley. En este sentido, para algunos analistas la gestión ambiental en el primer año de Santos habría sido peor que en los dos gobiernos anteriores que, a diferencia del actual, no fueron muy amigos de los temas del ambiente.

Las llamadas locomotoras arrancaron sin que haya institucionalidad ambiental suficiente y sin que se hayan desmontado los incentivos para el saqueo del territorio. ¿Por qué los temas ambientales no hacen parte del carril y la ruta que deben tomar las locomotoras del desarrollo? Hay al menos un problema de percepción. Hay dirigentes que consideran lo ambiental como expresión de un fundamentalismo de actores con quienes es más difícil negociar que con los mismos terroristas. Esta doctrina es reflejo de una visión del mundo que tiene expresiones políticas en los Estados Unidos y en los partidos de derecha de Europa. En nuestro país se refleja y sirvió como sustento para el desmonte del Sistema Nacional Ambiental. Pero en Colombia hay una comunidad de sabedores y conocedores, quienes han demostrado que los asuntos ambientales no son adjetivos sino sustantivos del país que queremos construir. Hay un problema de comunicación. Causa preocupación que, después de su primer año, la gestión ambiental de Santos siga siendo una promesa, mientras va pasando a las calles en forma de conflicto socioambiental. Por estos días nos visita el economista Martínez Alier, de quien hay mucho que aprender sobre la relación entre ambiente y conflictos sociales. Podría preverse su diagnóstico: los éxitos del primer año de gobierno, medidos en indicadores convencionales, pueden estar enmascarando una tendencia distinta. Otro economista, por su parte, podría ayudar a esclarecer el asunto: la semana pasada Robert Costanza (fundador de la Sociedad de Economía Ecológica y padre del concepto de servicios ecosistémicos y bienestar humano) presentó la conferencia magistral del Congreso Internacional de Ecología, apoyado por la Academia de Ciencias de la China, con una revisión de los riesgos de seguir usando el crecimiento económico como única forma de medir el bienestar.

Aquí hay un problema de arrogancia en la concepción económica dominante. Es urgente que el nuevo ministerio introduzca un debate sobre la medición del desarrollo, con al menos tres puntos innegociables. El primero es introducir indicadores de bienestar humano: el crecimiento puede ser necesario, pero no suficiente, para que haya más bienestar. El segundo es informar sobre las tendencias en la contabilidad del patrimonio ambiental: no habría crecimiento económico aceptable si se hace a costa del futuro. El tercero es que no se debe minar (palabra de actualidad) la capacidad adaptativa de la sociedad ante el cambio ambiental. En la carrera al crecimiento podríamos estar construyendo más vulnerabilidades. Necesitamos ampliar el alcance de lo que mide la economía. Por algo —y hay que hacerlo valer— el Plan de Desarrollo no se llama Crecimiento a cualquier costo, sino Prosperidad para todos.

Por El Espectador

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